domingo, 29 de julio de 2007

Acciónn retardada...

En lo que pareciera fue una campaña de pre venta de la inhabilitación y a la multi millonaria multa que la Secretaría de la Función Pública impuso al Ing. Raúl Muñoz Leos, ex director de Petróleos Mexicanos; los medios de comunicación nacionales dejaron escuchar voces denunciando las prebendas del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana.

Prebendas que no son nada nuevo; prebendas que son compromisos pactados en el contrato colectivo de trabajo como medio de “lavar” eventualmente la transferencia de recursos del erario público a ese y a otros sindicatos para fines por completo ajenos al bienestar de los trabajadores y como muestra, basta un botón: el “Pemex Gate”

Prebendas que los poderes del estado deberían cancelar por un elemental sentido de probidad política en favor de los intereses de la nación y de los trabajadores quienes deberían ser rescatados, si, rescatados, de aquellos que les aprisionan detentando un poder que hasta ahora solo ha servido a intereses particulares o del gobierno en turno.

¿Cuál es el destino final de los recursos públicos? Nadie más allá de los líderes sindicales y de los que promueven su entrega lo saben pues para ellos la rendición de cuentas no es un valor que pueda aplicarse al amparo de la autonomía sindical que hace vitalicios los liderazgos, y también posible el control coercitivo que ejercen sobre los trabajadores quienes, a la postre, solo tienen dos opciones: colaborar o dar su cuello.

La entrega de los fondos al sindicato de que se acusa al Ing. Muñoz Leos fue cosa publica antes, durante y después del proceso; no podemos hablar de opacidad, ni de arreglos “en lo oscurito” ni de movimientos en efectivo de impresionantes cantidades de dinero como fue el caso del ya mencionado Pemex gate; sin embargo, la autoridad que ahora lo condena, fue omisa en actuar con toda oportunidad, como la tuvo, para detener lo que ahora turna a la Procuraduría General de la República como un delito a perseguir.

Siendo que los hechos ocurrieron en julio de 2004, ¿Por qué tres años después? ¿Por qué en el expediente no se incluye también a quienes siendo su responsabilidad vigilar la actuación de los funcionarios públicos no evitaron el quebranto del patrimonio de la institución con la debida oportunidad? Si esto, como lo fue, fue público, no podría alegarse que se enteraron cuando todo estaba consumado. Y suponiendo sin conceder, que así haya sido, que solo se enteraron después, ¿Qué tanto podría tardar constatar que no pidieron las autorizaciones requeridas? ¿Tres años? ¿Tan lento es el procedimiento?

La transparencia y la rendición de cuentas deben darse cualesquiera que sea el destino de los recursos públicos, sindicatos y fideicomisos incluidos, sin que se puedan enarbolar falsos conceptos de autonomía sindical o del secreto bancario como ahora ocurre.

De igual manera, cuando de la procuración de la justicia se trate, la transparencia y la rendición de cuentas también deben prevalecer. Así pues cabría en las autoridades explicar ¿Por qué hasta ahora?

Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com

sábado, 21 de julio de 2007

Juicios, juicios y más juicios...



Como comenté en mi artículo pasado, tomar decisiones a la ligera –elegir- es una de las causas más comunes de la infelicidad. Permanentemente decidimos entre diversas opciones la gran mayoría de las veces triviales y sin mayor impacto en nuestras vidas; sin embargo, otras, las menos, las que nos inquietan, por su trascendencia, deberían ser motivo de una escrupulosa reflexión considerando el valor a crear; la conciencia de la naturaleza y consecuencias de la decisión que genera la convicción; el propósito en cuanto a el grado en el que buscamos satisfacer necesidades o deseos y finalmente la fuerza, amor ó temor, que nos impulsa hacia una u otra alternativa.

Un tipo particularmente peligroso de decisiones son los juicios que realizamos sobre las conductas, actitudes y formas de vida de las personas. Si bien es cierto que la práctica de juzgar a las personas es algo que realizamos continuamente, ciertamente juzgar a las personas, es lo que nos expone a mayores riesgos cuando, en el peor de los escenarios, el fallo es desfavorable, el juzgado es cercano y esta subordinado a nosotros ya sea por razones de dependencia económica, jerárquica ó afectiva. En ese escenario, las consecuencias de la decisión –juicio- serán de la mayor trascendencia para todos los afectados.

Cuando el juicio es explícito, que en la gran mayoría de los casos no lo es, la exposición al riesgo disminuye en tanto que el juzgado tiene la oportunidad de argumentar en su defensa.

Cuando el juicio es tácito y no media comunicación alguna; el impulso del juez le lleva a buscar modificar por medio del control las conductas de un juzgado colocado en estado de indefensión. Control que puede asumir desde las formas más sutiles de la manipulación hasta las más burdas de la franca coerción donde el perverso juego de victima – victimario cobra plena vigencia provocando el resentimiento y al final del día, la destrucción del valor de todos los actores.

Juzgar a las personas entonces, no es algo trivial es algo que debemos evitar si deseamos una vida feliz y satisfactoria. El reto es ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo evitar reprimir nuestro impulso a modificar las conductas de aquellos a quienes amamos cuando, a nuestro juicio, no hacen lo que nosotros consideramos como correcto?

No hay una receta fácil para esto pues quienes controlamos normalmente ignoramos que lo hacemos. Controlar se vuelve un acto reflejo como el conducir para un chofer con muchos años de experiencia. Un primer paso sería contar hasta 10 antes de juzgar –tácita o explícitamente- a las personas y emplear ese tiempo para considerar los cuatro aspectos mencionados al principio:

Valor: ¿Considera que su opinión realmente contribuirá a crear ó evitar la destrucción de valor? La percepción del valor puede ser distinta de persona a persona; en tanto que para un monje franciscano el valor del dinero puede no significar nada, para un yuppie puede significarlo todo.

Convicción: Si no comparten la percepción de valor, juez y juzgado, este último, por la autoridad del juez, podrá aceptar el control que se le impone pero sin convicción y más tarde o más temprano, regresará a la conducta que usted reprueba.

Necesidad o deseo: ¿Qué tanto es para usted un deseo, ó una necesidad, modificar la conducta que juzga? Un deseo es algo de lo que podemos prescindir o regalar; una necesidad es algo que de no satisfacerse podría, más tarde o más temprano, causar un daño. No es lo mismo juzgar el derroche de los recursos que usted provee que la vestimenta que utilizan sus hijos. En tanto que lo primero agota sus recursos, lo segundo podría ser intrascendente.

Fuerza impulsora: ¿Juzga usted por temor ó por amor? Esta es una pregunta crucial pues en muchas ocasiones juzgamos y buscamos controlar porque deseamos evitar a su vez ser juzgados y eso es “muy malo” cuando de nuestro ego se trata. Eso es típico cuando juzgamos a nuestros hijos; en un ejemplo común, buscamos controlar su apariencia solo para no ser juzgados en nuestro papel de padres.

Sería valido juzgar solo cuando tengamos la absoluta convicción por la evidencia, no por supuestos, que la conducta está destruyendo el valor de la comunidad o el del propio juzgado; cuando el propósito no sea en sí el juicio de las conductas, si no la propuesta de alternativas viables que contribuyan a modificarlas; cuando nuestros juicios no busquen la satisfacción de los deseos si no de las necesidades; cuando, finalmente, la fuerza impulsora sea el Amor. Y siendo así emita su juicio, explícitamente, sustentado en la evidencia, siempre dispuesto a escuchar y a aceptar, en su caso, lo que el juzgado tenga que alegar en su defensa.

Al final del día, el propósito es crear valor y distribuirlo equitativamente entre todos los que participan en una cadena de valor cualquiera que esta sea –la familia, el trabajo…-con base en la colaboración efectiva que solo se da, cuando se comparte una visión.

Y para lograr ese propósito, ni el juicio a la ligera, ni el control, son opción.


Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com




lunes, 9 de julio de 2007

Decisiones, decisiones y más decisiones

La complejidad de la vida moderna nos plantea el reto de elegir correctamente y rápidamente entre una diversidad de alternativas cada vez mayor sin embargo, pareciera que la calidad en la toma de decisiones es cada vez menor de forma tal que al final del día nos encontramos insatisfechos, a disgusto o francamente arrepentidos por aquellos bretes en los que nos metemos; veamos la siguiente historia:

“Joaquín, un joven ejecutivo de una empresa muy demandante, reflexiona camino a casa en lo urgente que le resultan unas vacaciones después de una larga temporada de arduo trabajo: “Necesito descansar” concluye en la intimidad de sus pensamientos.

Al llegar, de mejor humor, alentado tan solo con la posibilidad de un viaje; plantea la idea a María, su esposa, quien de inmediato se imagina en las playas de Cancún disfrutando del esplendido Hotel Spa que está de moda o ya de perdida, el tradicional viaje a Acapulco donde se hospedarían en el mejor hotel del puerto como han acostumbrado en los últimos años.

Joaquín escucha aterrado a su esposa pues está conciente que, si bien es cierto que tiene la necesidad de descansar, su nivel de gastos y el escaso ahorro no alcanzarían para ninguno de los destinos que María propone. Sus finanzas, en todo caso, cubrirían solo una semana en un destino eco-turístico bellísimo donde los niños podrían divertirse; su esposa hacer las travesías por el campo que tanto le gustan; él alejarse del tráfico, del caos citadino y del estrés; y finalmente todos disfrutar de la mutua compañía que la ciudad tanto restringe. Pero su idea no se parece en nada a lo que María está proponiendo sin embargo, no desea contradecirla pues hacerlo, negar sus deseos, significaría enfrentar un pleito de “regulares” proporciones ya que le ha prometido antes que las próximas vacaciones serías… “a donde ella decidiera”.

Presionado, ya sin el buen humor que tenía cuando llegó a casa, hace sus cuentas, y concluye apresuradamente que podría cumplir el deseo de su esposa tomando el escaso ahorro, saturando la tarjeta de crédito y aguantar, no le quedaría de otra, pagando el “mínimo” hasta el bono que piensa obtendrá a final del año…y ya vencido, con una alegría fingida le dice a María… vamos a donde tu decidas mi vida…

Al cabo de un par de semanas Joaquín regresa más estresado y endeudado que nunca de las “vacaciones” en Cancún donde no dejó de pensar, cada vez que firmaba un pagaré de la tarjeta, lo a gusto que hubiera estado en aquel paraíso que prometía descanso en lugar del sufrimiento cada vez que estampaba su firma…”

Lo anterior es la patética historia que se repite una y otra vez, en distintas modalidades, cuando tomamos todo tipo de decisiones ya sean familiares, personales, de negocios, etcétera. En el 99.99 por ciento de las veces las decisiones no tienen mayor propósito que optar por uno u otro camino hacia la misma meta; sin embargo, en el restante .01 por ciento de los casos, optar por una u otra ruta si importa, y mucho, pues el destino final de cada una nos ubicará en situaciones completamente distintas. Cuando surja la duda en la toma de decisiones sería conveniente contar hasta 10 antes de elegir y en el ínterin considerar los siguientes aspectos:

Necesidad VS deseo:

Todas las decisiones que tomamos buscan satisfacer una necesidad ó un deseo. Dejar de satisfacer una necesidad puede causarnos un daño en el corto, mediano o largo plazo en tanto que los deseos son algo prescindible que se pueden dejar para mejor ocasión. En la elección; la prelación de las necesidades sobre los deseos debe ser absoluta y entre necesidades, el tiempo en el que el daño pueda presentarse es el factor a considerar. Joaquín tenía muy clara su necesidad, descansar, sin embargo las opciones para satisfacerla incluían deseos y antes que decidir por satisfacer la necesidad eligió satisfacer los deseos de su pareja.

Amor VS temor:

Cuando finalmente pensemos en que hemos tomado una decisión, habría que preguntarse y responder con toda honestidad cuál es la fuerza que la impulsa. Podemos decidir emprender un programa de acondicionamiento físico por el temor al rechazo de nuestra pareja ó por el contrario, emprenderlo por el amor que debemos a nuestro cuerpo. La decisión a la postre puede llegar a ser la misma, pero en la voluntad para llevarla a cabo, será fundamental distinguir con plena conciencia cuál es la fuerza que la impulsa. Si es el temor el que está atrás de nuestra elección bien valdría la penar repensar las cosas. El Amor en la toma de decisiones da la convicción y la voluntad para lograr el éxito deseado. En el caso de Joaquín, él sucumbió ante el temor de enfrentarse a su esposa antes que optar por el amor al bienestar familiar.

Creación VS destrucción de valor:

Desde el punto de vista de la creación de valor existen cuatro tipos de personas: las que crean valor para si y para los demás; las que crean valor para sí a costa de los demás; las que crean valor para los demás a costa de si mismos y finalmente los que destruyen tanto el valor de los demás como el suyo propio. Siendo así, ante la posibilidad de una decisión, habremos de preguntarnos cuál de los roles anteriores estaremos jugando. Solo las decisiones que llevan a la creación de valor y garantizan la equidad en su reparto, aseguran tanto resultados sustentables, como evitan el juego perverso de víctimas y victimarios. Joaquín, por voluntad propia, hizo víctimas a sus hijos y a él mismo de los deseos de María; destruyó el valor de sus ahorros y finalmente comprometió ingresos que ciertamente no estaba seguro de obtener.

Renuncia VS apego:

Quien no renuncia con convicción a las otras opciones y las olvida, no elige realmente. Joaquín decidió endeudarse para satisfacer los deseos de María pero durante sus vacaciones no olvidó la alternativa que él deseaba. Esto es la causa más común de infelicidad. Dice el dicho “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido” y este cobra plena vigencia cuando no olvidamos, cuando nos apegamos a lo que “perdemos” y esto impide que nos enfoquemos en lo que, para bien o para mal, hemos decidido.

Nuestro amigo Joaquín supo que era lo que necesitaba pero cometió lo que llamaría los 4 pecados capitales que aseguran la infelicidad como resultado de una toma de decisiones a la ligera: Joaquín no distinguió entre deseos y necesidades; se dejó llevar por el temor al enfrentamiento con su esposa; adoptó el papel de los necios que antes de crear valor para todos destruyen el valor de los demás y el propio; y finalmente no supo enfocarse con la actitud adecuada ante su propia decisión. A manera de conclusión podría decirse…

No añores aquello que no tuviste el carácter de elegir, ni te arrepientas del camino que tomaste, enfréntalo.

Con mis mejores deseos,

Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com

martes, 3 de julio de 2007

Caliope

Hace ya algunos días que una preciada dama me ha dejado fuera de su agenda… Pareciera que indigno soy de sus placeres…

Me refiero naturalmente a Caliope, la musa, quien finalmente hoy me concedió tan solo una pregunta:

-¿Porqué no has escrito Enrique? Que de tus penas no tengo yo la culpa pues mi ausencia es solo fruto de tus propias aflicciones…

-¿Mis aflicciones? Pero si eres tú quien me abandona…

-Amado mío, lejos estás de conocer tu propia historia y te repito, busca en ti la causa que eres tu quien me rechaza…

Y al tiempo, la verdad incómoda, oculta por días tras mil pretextos saltó retorciéndose, culpable y temerosa de mostrar la miseria de mis culpas.

Y en este ánimo, amigos míos, me resulta difícil expresar con palabras las cosas del alma, sin embargo, cuando por solo un instante se desvanecen las penumbras, las palabras saltan y se engarzan... solas.

Mea culpa Caliope… Mea culpa…

Enrique Chávez Maranto

enrique.chm@gmail.com