martes, 22 de agosto de 2000

Nuestra sufrida Madre Patria

Debe ser realmente insufrible hoy el dolor de nuestra querida Madre Patria cuando se le muestra irreducible; atroz; la verdadera y abyecta faz de quiénes aún gobiernan sus solares. Pobrecita madre nuestra ¿Cómo mitigar tu dolor? ¿Cómo?


Acteal, Tierra Blanca y tantas otras tragedias anónimas a las que se suman ahora las muertes de Chimalhuacán ¿cuál sigue? ¿hasta donde, Madre mía, llegarán tus lamentos? ¿hasta cuando podrás volver la vista y llenarte de orgullo, por nosotros tus hijos?.


Difícilmente estamos correspondiendo a tu amor de madre, a los dones que nos entregaste ¿o acaso ese fue tu error? Y es verdad como dicen que la noticia mala de México ¿somos nosotros, tus hijos..., los mexicanos?

Me niego a creer eso, porque los muchos que conozco no son así, mis amigos, mis compañeros de trabajo, mi familia, yo mismo no soy así. ¿Qué pasa entonces? ¿Quién si es así? ¿Quién llevó a sus fines, la demencia, la sin razón y la tragedia? ¿Quién alimentó a esos buitres que ahora, hambrientos, desesperados tornan en ignominia el reclamo de lo que nunca les debió ser dado.


A ese “quién” dirijo mi suplica, por favor “quién” vuelve tus ojos hacia lo que creaste en pro de tu ambición y no solo pide perdón a nuestra Madre Patria y a tus hermanos. Por lo que más quieras, ¡controla a tus esbirros y termina ya de morir!


México no merece esto, ninguna madre merece sufrir por sus hijos, ninguna madre merece ver morir a sus hijos por la ambición y el odio de sus otros hijos.


¿Hasta cuando seguirán tus lamentos, Madre Mía? ¿Hasta cuando lo permitiremos?

Quisiera borrar todos los agravios que te hemos hecho, quisiera dejar en el olvido el oprobio y la miseria, el odio y el rencor; y construir solo mirando al futuro. Pero no es posible, las tumbas están ahí y son nuestros muertos, tus hijos, mis hermanos.


En tanto que los otros, en mala hora también tus hijos, mis hermanos, caminan impunes, sordos y ajenos a tu dolor, a nuestro dolor.


¿Hasta cuando?


Enrique Chávez Maranto