El primer resultado del 2 de julio es el hecho de un país dividido en vencedores, vencidos y aquellos que, agotada la confianza en las instituciones, decidieron mantenerse al margen de un proceso que anticipaba para ellos - con fundadas razones históricas - “mas de lo mismo”.
El hecho es que estamos aquí y ahora con un Vicente Fox – formalidades aparte – ya presidente electo, que enfrenta en primerísima instancia el gran reto de la reconciliación nacional para que a partir de ello se pueda realizar el cambio anhelado por todos nosotros.
Sin embargo el escenario actual no es halagüeño para este propósito: los vencidos, que con madurez deberían asumir el nuevo y fundamental papel de una oposición digna dentro la política nacional, se encuentran enfrascados en una trágica contienda por el control del los restos de su amarga derrota de la cual, al igual que el dos de julio, no saldrán vencedores y solo provocarán, aún mas, la división de su partido y por que no, su extinción.
Por el otro lado, los vencedores, aquellos promotores del cambio, que con el grito “no nos falles” evidenciaron la inconciencia de su responsabilidad por la voluntad que manifestaron en las urnas, descargan en Vicente Fox todo el peso del futuro de nuestro país.
En suma ni Tirios ni Troyanos parecieran comprender la magnitud de lo que TODOS hemos provocado.
El dos de julio de 2000 los votantes manifestaron su voluntad, les fue reconocida y esto por si solo constituye ya un hito en la historia de nuestro país sin embargo nada ha cambiado y nada cambiará en el sentido de nuestras esperanzas, si no asumimos la actitud que permita a México, al margen de los intereses de los grupos en pugna, obtener la mejor de las experiencias.
La transformación deseada no será nada sencilla, hasta hoy el sistema imponía sus decisiones al margen de lo que nosotros, el pueblo, pudiéramos o no pensar. A eso nos hemos acostumbrado: a no tomar decisiones y a no participar.
Hoy todo deberá ser diferente si realmente deseamos convertir nuestro voto en un acto responsable que nos conduzca al país que todos anhelamos.
El PRI en este momento de dura prueba debería con madurez buscar un fuerte y transparente liderazgo de transición que conduzca la profunda y necesaria reflexión - sobre las causas del hecho consumado de su derrota - a partir de la cual pueda hacerse efectivo el “nuevo PRI”, pregonado en la campaña de Francisco Labastida, que se convierta en el contrapeso crítico, proactivo y coadyuvante que el futuro gobierno requiere.
Los que votaron por Vicente Fox – no necesariamente los panistas – deberían cambiar el grito aquel de “no nos falles” por el de “no te fallaremos” y empezar a participar “hoy” promoviendo el cambio de actitud hacia una ciudadanía participativa con conciencia plena de su corresponsabilidad en el cambio. El voto ahora hay que respaldarlo en lo hechos.
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