lunes, 4 de febrero de 2008

Distancias...

El universo, el mundo, la naturaleza, los pueblos, el hombre tienen como única constante el cambio. El status quo, como la verdad, permanece en tanto nos concede un breve descanso para alcanzar nuevas alturas.

Nadie puede decir que es el mismo ante los ojos de los demás y de si mismo sin engañarse. El cambio es un hecho; la experiencia y las circunstancias incitan el cambio de las actitudes que de enraizarse, transforman la esencia de nuestros valores de manera muy lenta y sutil tanto que pareciera que permanecen en el tiempo induciéndonos a pensar que no hay tal transformación.

Para el Ser Humano el motor de ese cambio es el contraste de las ideas. De ahí que la garantía de la libre expresión resulte ser factor crítico del éxito de los pueblos. No puede entenderse el desarrollo ciudadano en una sociedad que reprime la expresión de las ideas; ni de los negocios, donde la voz del cliente y los empleados no es tomada en cuenta; ni de las familias, donde solo prevalecen las ideas de alguno de los cónyuges.

En alguna ocasión me preguntaban sobre la diferencia entre los matrimonios exitosos y aquellos que fracasan irremediablemente. Muchos piensan que es la tolerancia, otros que es la comunicación, otros que es el respeto y ninguno de ellos se equivoca.

El secreto del éxito para la convivencia y el desarrollo en cualquier escala, es la libre comunicación de las ideas la que solo puede darse en un contexto de respeto y tolerancia ausente de soberbia. Pues aún y cuando en principio no estemos de acuerdo, el solo planteamiento cuestiona e induce en la intimidad a la reflexión y ahí es donde se presenta la oportunidad del cambio y el crecimiento de la conciencia.

El matrimonio es uno de esos espacios donde se presenta la maravillosa oportunidad del crecimiento pero que zozobra irremediablemente impulsado por los vientos del tedio y el hastío en ausencia del contraste de las ideas que se comparten y se consideran.

Sin embargo, aun con toda la buena voluntad, no es tarea fácil vencer las barreras de la comunicación cuando, sin comprender el proceso, cada cuál espera que su mensaje sea comprendido a plenitud. No existe el emisor, ni el mensaje, ni el canal, ni el receptor que respondan a plenitud a la intención de las ideas que se desean transmitir.

En muchos casos la frustración de la autoridad, del jefe, del empleado, de los esposos, de los hijos, deriva en el mejor de los casos en la renuncia y el aislamiento; en el peor, en el resentimiento y la ruptura violenta.

Entender el proceso de la comunicación reconociendo nuestras debilidades es uno de los primeros pasos para la construcción, ex profeso para cada uno de los contextos en los que nos desarrollamos, de medios para transmitir nuestras ideas y sentimientos de manera efectiva y emprender el camino del desarrollo.

De otra manera las distancias se tornan insalvables.

Con mis mejores deseos,

Enrique Chávez Maranto

enrique.chm@gmail.com

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