La vida tiene sorpresas, sorpresas te da la vida… así versa si mal no recuerdo una canción popular… Y hoy me he llevado una sorpresa… ¿Buena? ¿Mala? El tiempo lo dirá.
No es sencillo ponerse en los zapatos de los demás, resulta la cosa más complicada del mundo sin embargo, quien pueda comprender que la percepción que un tercero tenga sobre un problema puede ir, desde “el no existe tal problema,” hasta “el problema es otro,” tiene que intentar calzar los zapatos de aquel que ve solo lo que su conciencia le dicta. ¿Empatía es la palabra? Si esa es: Empatía.
Ese finalmente es el secreto. Decían mis mayores, “En alguien tiene que caber la prudencia” para resolver los pleitos… A ver, a ver ¿Quién es el del buen juicio? ¡Pues tú! así que no me vengas con que no tuviste la culpa. Si realmente lo tienes ¡Úsalo!...
Sin embargo se dice fácil cuando es realmente complicado, pues la prudencia y el buen juicio están reñidos en muchos casos con el dictar de los sentimientos que impulsan los temores, los propios y los ajenos.
Temor a perder el objeto o sujeto de tus apegos, temor a finalmente estar equivocado por más buen juicio que presuman que tienes, cuando en la realidad puede ser tan solo la máscara tras la cual escondes tus debilidades.
Así pues, sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas…
¿Qué de que rayos estoy hablando?
Muy sencillo de las simples cosas de la vida… Y de aquello que William Shakespeare dijo…
“Nada es verdad ni es mentira, todo depende del cristal con que se mira”
Con mis mejores deseos…
Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
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