domingo, 23 de septiembre de 2012

Cuachis


¿Cuachis? Preguntarán y eso ¿qué es?

Para empezar les digo no es un “eso”, Cuachis es el nombre de un niño de sesenta años de edad.

¡Cómo! ¿Un niño de esa edad? Sí, es el niño que todos llevamos dentro y no es precisamente de carne y hueso. Pero no se confundan, Cuachis es mi niño, única y exclusivamente mío. No lo presto.

Puede ser que desconozcan él que les corresponde por tenerlo  arrumbado en el fondo de un cajón. Tan abajo que ya no lo recuerdan y como no, si apenas puede respirar debajo del sinfín de sinsabores que le han echado encima. Pero él no puede morir, siempre estará esperando que algún día le rescates para ayudarte a ser feliz.

Mi Cuachis es toda ternura. Inteligente, cariñoso, amoroso, travieso, bromista, bailador de veras, cantante a veces afinado pero apasionado siempre, que se ríe a pierna suelta de sus travesuras, de él mismo cuando lo merece y lo mejor de todo: cuando eventualmente se enoja, esto le dura poco y a lo más que llega es a usar la máscara de los pucheros, que con un “cuchi, cuchi” descarta pronto para usar su preferida: la pintada con ojos de no mato una mosca con una discreta y pícara sonrisa en los labios.

He de confesar que últimamente lo tenía un poquitín olvidado pero en días pasados, a escondidas, hizo su maleta, se hizo chiquito para esconderse en la mía y cuando llegue al hotel donde tomaría yo un curso, al abrir mi maleta el pequeño polizón hizo su aparición con la máscara “de ya te amolaste heme aquí”. Indignado por tal atrevimiento le dije ¡pues del hotel no sales! En respuesta, más veloz que un rayo Cuachis, buscó en su maletita la máscara de los pucheros para decir de encierro ¡nada! y se salió con la suya.

Me acompaño a todos lados, al curso sin pagar boleto, a divertirnos con la fingida seriedad de la estirada farmacéutica donde compré mis medicinas, a doblarnos de la risa con las payasadas, de los payasos naturalmente, en los muelles frente al Café la Parroquia. A disfrutar un ratito de la vista multicolor de la plaza donde el general Carranza pacientemente vigila a los barcos que vienen quien sabe de donde y que van aún más lejos. Claro está, sin descuidar a las parejas de enamorados que, indiscreto y tal vez con un poquitín de envidia, ve por el rabillo del ojo.

Pero lo mejor de nuestra aventura fue el curso. ¡Vaya si nos pudimos reír! Eso sí, solo para nuestros adentros pues lo contrario habría sido una absoluta falta de respeto. Empezando por el joven fotógrafo que no dejó a títere con cabeza: foto al momento del paseíllo en la alfombra “roja”, foto al momento de estampar la firma en el registro de asistencia, foto en la mesa de trabajo, foto en cada intervención, foto, foto y foto… tantas que me llegué a sentir artista en la premier de algún evento de postín.

Después los amables oradores que dieron la bienvenida e inauguraron el evento. Agradecieron primero a toda su jerarquía, salvo, grave error ya entrados en gratitudes, al gran Tlatoani en funciones y al electo aunque esto último tal vez habría sido ¿cómo se dice? ¡Ah sí! “políticamente incorrecto” y ¡al fin! para terminar con el preámbulo, con la impaciencia del instructor y la nuestra… ¡los anuncios parroquiales! en la atiplada voz del “contralor” del evento a quien solo le faltó indicarnos la hora a la que deberíamos abrir los ojitos.

Y por fin empezamos, suenan los clarines y  sale el torero partiendo plaza –léase el instructor- al ruedo a enfrentar no a uno, si no a toda una manada de toros –léase los instruidos- que portaban la máscara de víctimas de los culpables de todos los males: ¡de los jefes a los tlatoanis!

Pero el torero con una seria de hermosos lances del capote nos colocó en suerte de la puya del picador para quitarnos lo bravos, después colocó las banderillas por lo alto a uno que otro respondón y en la última suerte supo tirarse a matar para llevarnos a la única conclusión posible: No hay víctimas ni victimarios, hay quienes evaden o asumen su responsabilidad ante la imperiosa necesidad de ciudadanos en toda la extensión de la palabra que sepan desarrollar y conducir el talento de nuestra juventud para el urgente proceso de cambio que requiere el país.

Cuachis en el ínterin se entretuvo divertido recorriendo las mesas de trabajo donde unos niños sufrían por sacar diez, otros por que les hicieran caso, otros rogaban por pasar desapercibidos, otros más que peleaban montados en la ridícula soberbia les hacía pensar que solo sus chicharrones eran buenos, en fin de todo hubo en esa pequeña viña del señor.

Reciban un afectuoso abrazo,

Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
twitter.com/enriquechm

10 comentarios:

  1. Una pregunta para Cuachis: ¿Cómo se comportó el autor en el curso? ¿Fue de los que sacaron 10? ¿Fue de los que pasaron desapercibidos? o ¿Fue de los soberbios?
    De cualquier manera, ¡Felicidades! porque participar en cursos en que aprendes algo como las conclusiones, solo es útil si lo difundes.JDMP

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    1. Me porté muy bien... No busqué el 10 pero me fue difícil pasar desapercibido, cuando alguien más se aferró a sus ideas me hice a un lado para no entrar en discusiones sin sentido, en general procuré apoyar a mis compañeros de equipo.

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  2. Enrique,

    Me ha gustado esto " No hay víctimas ni victimarios, hay quienes evaden o asumen su responsabilidad ante la imperiosa necesidad de ciudadanos en toda la extensión de la palabra que sepan desarrollar y conducir el talento de nuestra juventud para el urgente proceso de cambio que requiere el país."


    Comparto la opinión, saludos. Alejandro Rodríguez

    www.empleospetroleros.org

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    1. Transformar a México es una labor que tomará tiempo y lo mejor que podemos hacer es dar ejemplo al futuro de México que podamos influenciar. Nuestra familia, amigos, compañeros de trabajo, etcétera. Todos somos responsables, eso es lo primero de lo que debemos tomar conciencia.

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  3. ME GUSTO MUCHO, ES COMO REGRESAR AL PASADO Y RECORDAR ESE NINO QUE ENCERRAMOS EN EL BAUL DE LOS RECUERDOS Y LA VERDAD, DEBERIA SALIR MAS FRECUENTE, GRACIAS POR RECORDARME ALGO TAN VALIOSO Y QUE PUEDE AYUDARTE EN MOMENTOS ACTUALES.

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    1. El Ser no solo es ego y razón, también es amor y sentimientos.

      En algún momento del camino se rompió el equilibrio y nuestra civilización está pagando ya las consecuencias.

      Rescatarlo del baúl de los recuerdos ayudará, por lo pronto a titulo individual y poco a poco a quienes te rodeen.

      Saludos Anónimo(a)

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  4. HE de platicar que a muchos les es evidente que cuentan con la inocencia al demostrar la emoción y el efecto de verse sorprendidos ante detalles imperceptibles para quien por la coraza de la vida no permiten pasar ni los rayos del sol!.

    Enrique, me alegra compartir instantáneas, y verlo siempre con una sonrisa!

    Saludos :)
    Nora

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    1. Nora, muy cierto y respecto a la sonrisa... ¡eso intento!

      Saludos cordiales,

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