domingo, 23 de septiembre de 2007

Apegos...

El simple apego

El simple apego es por algo tangible; es por aquello que estando ahí, cerca de ti, disfrutas y quisieras que permaneciera por siempre.

El simple apego te hace olvidar lo que te rodea y para que nada se interponga en tu obsesión, construyes muros que te aíslan del mundo que te rodea...

Y así te apegas a muchas cosas; a la persona amada, a los hijos, al trabajo, al dinero, a la diversión, las amistades, los placeres, los vicios y cuando el apego crece olvidas que existe un universo fuera de las murallas donde podrías sorprenderte a ti mismo.

Sin embargo el objeto de tu apego está ahí, lo puedes sentir, lo puedes vivenciar y te hará feliz en tanto lo dispongas.

Pero te hará sufrir y mucho, ante la sola expectativa de perderlo.

El simple apego te convierte en esclavo de tus posesiones.

De lo que ya tienes.

El apego a lo que no has tenido

Cuando te aqueja este mal, las murallas no están alrededor tuyo, están en ti y dentro de ellas solo tus deseos.

Y no puedes ser feliz de ninguna manera pues según tú nada tienes, aunque tengas mucho.

Pues cuando obtienes aquello a lo que en tus afanes has permanecido apegado pensando que te haría feliz; resulta que no lo hace, si acaso en el momento efímero de concretar la conquista ya que la enfermedad permanece…

Y lo peor, cuando no lo obtienes la frustración y el resentimiento surgen destruyendo la autoestima.

Así, nada basta, nada satisface, siempre en la búsqueda, siempre en la lucha.

El apego a lo que no has tenido te convierte en esclavo de lo que no existe.

De tus deseos.

Resolviendo tus apegos

El apego en si no es ni bueno, ni malo. Se vale disfrutar y mucho tus posesiones; lo que no se vale es restringir el menú a unas cuantas opciones cuando fuera de las murallas existe un mundo pletórico de experiencias donde podrás sorprenderte a ti mismo.

También se vale soñar, desear y luchar por ello; lo que no se vale es dilatar el momento esperado de la felicidad hasta alcanzar un deseo. El disfrute de un deseo inicia con la sola concepción y continúa con cada uno de los pequeños avances.

Y cuando termines la jornada regresa a casa a disfrutar lo que ya tienes que en verdad…

¡Es mucho!

Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com

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