Don Petronilo, un venerable setentón, emprendía todos los días el camino a las instalaciones de la mina donde trabajaba como chofer de un automóvil de la empresa que de tan viejo, se caía a pedazos; y de tan frágil, que se movía de un lado al otro al paso de los otros vehículos que a fuerza de toques de bocina le conminaban a apartarse del camino.
Atado su destino a la mina por razones del todo incomprensibles, Don Petronilo acudía a cumplir con sus religiosas 8 horas -mas tiempo extra ¡naturalmente!- a las ordenes de un obeso y explotador patrón que en su opinión solo conocía de exigir dinero para mantener a una familia de desobligados buenos para nada.
Si bien flaco, cansado, ojeroso, triste… por dentro… pero con un aspecto relativamente saludable por fuera, en el fondo del corazón de nuestro amigo Petronilo brillaba aun la luz de la esperanza de un milagro para salir de su penosa circunstancia. Con esa plegaria en mente cerraba sus ojos al final de la jornada a la espera de un nuevo día que siempre esperaba promisorio pero que al final resultaba como siempre, deprimente.
Así las cosas, su máxima ilusión era conducir uno de aquellos flamantes, aerodinámicos y potentes autos de los que olía el escape y recibía insultos cada mañana. ¡Muevete! ¡héchate el carro al hombro! Y Petronilo aguante y aguante ¡vamos! que podían decir del modelito como el que él conducía, ya casi un clásico, prófugo del deshuesadero dirían otros desde hace ya muchos años… y era así pues todo era para el patrón y nada para la mina, casi abandonada a su suerte, con los tiros al punto del derrumbe, con las vetas a punto de agotarse, con una maquinaria que de tantos remiendos se descomponía un día si y otro también.
Sin embargo un buen día al cabo de casi 20 años de continuas quejas lo impensable ocurrió ¡soplaron vientos de cambio! y de pronto los enemigos irreconciliables, los que de la descalificación pasaban al insulto y de ahí a los golpes, los que nunca se podían poner de acuerdo, lo hicieron por primera vez promulgando nuevas leyes que no fueron las mejores pero tampoco las peores, se dijo en ese entonces que fueron las que podían ser.
También se dijo que las condiciones estaban dadas, que la mina podría ahora llegar a ser lo que fue, que ahora lo que faltaba era ponerse a trabajar…y un viento frío permeó hasta los huesos del setentón de Don Petronilo cuando reflexionó en sus achaques, en sus pesares... ¿Trabajar? ¿Yo? ¿A mis años? Está bien ya me dieron el sí pero ahora ¿Cómo?
Petróleos Mexicanos ante el cambio de circunstancias enfrenta los más grandes desafíos. El principal de todos serán los muchos “Don Petronilo” que hay en la émpresa y no necesariamente setentones. “Petronilos” con conocimientos, si; con experiencia, si; honrados, sí; pero flacos, tristes y sin ilusiones a fuerza de tantos años de ver como deterioraban paulatinamente la institución. La caja ya tiene nuevas herramientas ahora falta ver si se sabe que hacer con ellas.
Con mis mejores deseos,
Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
Las ideas son por los demás... así que en este espacio encontrarás las ideas que antes no lo eran por quedarse en la intimidad de mis temores. No serán buenas, ni malas, acaso ideas que lo serán por tí.
domingo, 26 de octubre de 2008
domingo, 19 de octubre de 2008
Bisquets con nata...
Una de mis lectoras me hizo saber su gusto por el artículo de la semana pasada arguyendo que me salí de los temas trillados y por lo que pude ver en las estadísticas de consulta de mi blog, no se si por esa u otras razones, mis lectores fueron más de lo acostumbrado así que, apegándome al dato duro me dije, puede que tenga razón… En otras palabras lo que mi apreciada lectora quiso decir… fue “Toc, toc” –sonido de los nudillos chocando con mi cabeza- Enrique: “ya chole” de tanto hablar de la corrupción, la crisis, la inseguridad y de todo aquello que ya es cotidiano en nuestro querido México y el mundo.
Y así, con ese mensaje y las estadísticas del blog en mente las preguntas empezaron a revolotear cuál pajarillos ¿zopilotes? en mi cabeza… ¿Será, no que pueda, si no que mi lectora tenga razón? ¿Será que si el apego, que si la conciencia, que si la creación de valor, que si la equidad, que si las margaritas… ya aburrió a mis lectores?
Pues no lo sé de cierto, pero lo que sí se, es que después de pensarlo un rato a lo mejor la cuasi “depre” que ando cargando últimamente en mis espaldas no es causa de la andropausia si no que tiene sus raíces en la crisis financiera por aquello de que los bancos van a subir los intereses; o en la reforma petrolera por si se agotan las reservas; o que se pueden inundar las casas por vivir cerquita de la playa con eso del calentamiento global; o en la corrupción si alguien de los incómodos de la ex familia presidencial llega a comprar baratas las hipotecas; o por la inseguridad si la última letra del abecedario nos confunde con algún adinerado…
De ahí que después de sesuda reflexión le concedí la razón a mi lectora: ¡Ya chole! Mira que si no puede uno resolver lo propio, menos gana preocupándose por lo que los demás no pueden resolver. Siendo así, ni una gota de tinta más gastada en calamidades que si bien no son del todo ajenas, poco puedo hacer por resolverlas… ¿O será que sí? Pues será el sereno pero lo que es hoy, lo que se dice hoy ¡Ya chole! Ni una idea más para esa caterva de inútiles a los que, con el debido respeto les repito lo que ya les dijeron… si no pueden ¡renuncien! empezando por Bushito… así pues a buscar temas más agradables…
El resto de la semana fue de hurgar en el baúl de los temas y nada. Tan pronto encontraba uno digno de elogio del cual podríamos sentirnos orgullosos todos los mexicanos, de inmediato saltaba el “pero”. Pensé en las medallas de los juegos para-olímpicos y no bien lo hice, recordé los parches en los uniformes y que a nuestros campeones se les hizo chiquito el premio con aquello de los impuestos… Vino a mi mente el orgullo de tener un joven mexicano superdotado estudiando en una escuela de superdotados en Noruega y me saltó lo mal educado del chamaco… Y así un tema tras otro regresó al baúl en espera de mejores momentos. Terco insistí en la búsqueda, me dije, sigue buscando, habrá por ahí algún buen tema de interés general, de esos con buen “rating” que le llegue a mis lectores y que de paso sirva para sacudirme la “depre”.
Pero no, hasta el amanecer del día de hoy, el día de la entrega obligada, no encontré nada… ¡Chin! Me pregunté ¿Ahora de que escribo? Con eso desperté y con eso mismo salí mas tarde rumbo al desayuno dominguero haciéndoseme agua la boca con el delicioso bisquet cubierto de nata con un poquitín de azúcar que me aguardaba junto a una taza del mejor café de la ciudad… y así camino al restaurante saboreándome de antemano el bisquet, de pronto observé a una joven pareja que con el rostro feliz caminaba rumbo a la iglesia de su fe… más adelante a una muchacha con la vista al cielo al tiempo que alegre sostenía una conversación con su enamorado a juzgar por el rubor de sus mejillas… Más adelante a un hombre joven orgulloso caminando a lado de la madre que envolvía en el capullo de sus brazos al primer retoño de su amor… Y me dije ese es él tema, ¡en contra de eso no hay nada! Así que por favor…
Cierren sus ojos y recorran con su mente los milagros innumerables y cotidianos alrededor de ustedes que de tanto serlo no se les aprecia y maravíllense con ellos… Imaginen a la gente buena que como ustedes se esforzó en su momento para hacerlos realidad; al artesano que hizo el obsequio que recibieron de tierras lejanas; a los miles de científicos, ingenieros, técnicos, obreros que hicieron posible las maravillas de la tecnología que disfrutan en sus hogares…
Ahora imaginen que están en el lugar más alto desde el cual puedan ver el horizonte con la ciudad a sus pies… y cuando estén ahí piensen en la sonrisa de felicidad y el sentimiento de amor de las más de 300 mil Mamás que en el mundo dieron a luz en las últimas 24 horas, piensen que ustedes se funden en ese amor…
Por favor cierren sus ojos y recuerden ahora a toda la gente buena que en algún momento de su vida les brindó apoyo sin esperar nada a cambio. Piensen en lo que podrían lograr haciendo lo mismo por alguien más, sin esperar nada a cambio. Seguro que será mejor que hacer recuento de las calamidades, al menos por hoy.
Y que les cuento… ¡Ya no había bisquets con nata!
Con mis mejores deseos,
Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
Y así, con ese mensaje y las estadísticas del blog en mente las preguntas empezaron a revolotear cuál pajarillos ¿zopilotes? en mi cabeza… ¿Será, no que pueda, si no que mi lectora tenga razón? ¿Será que si el apego, que si la conciencia, que si la creación de valor, que si la equidad, que si las margaritas… ya aburrió a mis lectores?
Pues no lo sé de cierto, pero lo que sí se, es que después de pensarlo un rato a lo mejor la cuasi “depre” que ando cargando últimamente en mis espaldas no es causa de la andropausia si no que tiene sus raíces en la crisis financiera por aquello de que los bancos van a subir los intereses; o en la reforma petrolera por si se agotan las reservas; o que se pueden inundar las casas por vivir cerquita de la playa con eso del calentamiento global; o en la corrupción si alguien de los incómodos de la ex familia presidencial llega a comprar baratas las hipotecas; o por la inseguridad si la última letra del abecedario nos confunde con algún adinerado…
De ahí que después de sesuda reflexión le concedí la razón a mi lectora: ¡Ya chole! Mira que si no puede uno resolver lo propio, menos gana preocupándose por lo que los demás no pueden resolver. Siendo así, ni una gota de tinta más gastada en calamidades que si bien no son del todo ajenas, poco puedo hacer por resolverlas… ¿O será que sí? Pues será el sereno pero lo que es hoy, lo que se dice hoy ¡Ya chole! Ni una idea más para esa caterva de inútiles a los que, con el debido respeto les repito lo que ya les dijeron… si no pueden ¡renuncien! empezando por Bushito… así pues a buscar temas más agradables…
El resto de la semana fue de hurgar en el baúl de los temas y nada. Tan pronto encontraba uno digno de elogio del cual podríamos sentirnos orgullosos todos los mexicanos, de inmediato saltaba el “pero”. Pensé en las medallas de los juegos para-olímpicos y no bien lo hice, recordé los parches en los uniformes y que a nuestros campeones se les hizo chiquito el premio con aquello de los impuestos… Vino a mi mente el orgullo de tener un joven mexicano superdotado estudiando en una escuela de superdotados en Noruega y me saltó lo mal educado del chamaco… Y así un tema tras otro regresó al baúl en espera de mejores momentos. Terco insistí en la búsqueda, me dije, sigue buscando, habrá por ahí algún buen tema de interés general, de esos con buen “rating” que le llegue a mis lectores y que de paso sirva para sacudirme la “depre”.
Pero no, hasta el amanecer del día de hoy, el día de la entrega obligada, no encontré nada… ¡Chin! Me pregunté ¿Ahora de que escribo? Con eso desperté y con eso mismo salí mas tarde rumbo al desayuno dominguero haciéndoseme agua la boca con el delicioso bisquet cubierto de nata con un poquitín de azúcar que me aguardaba junto a una taza del mejor café de la ciudad… y así camino al restaurante saboreándome de antemano el bisquet, de pronto observé a una joven pareja que con el rostro feliz caminaba rumbo a la iglesia de su fe… más adelante a una muchacha con la vista al cielo al tiempo que alegre sostenía una conversación con su enamorado a juzgar por el rubor de sus mejillas… Más adelante a un hombre joven orgulloso caminando a lado de la madre que envolvía en el capullo de sus brazos al primer retoño de su amor… Y me dije ese es él tema, ¡en contra de eso no hay nada! Así que por favor…
Cierren sus ojos y recorran con su mente los milagros innumerables y cotidianos alrededor de ustedes que de tanto serlo no se les aprecia y maravíllense con ellos… Imaginen a la gente buena que como ustedes se esforzó en su momento para hacerlos realidad; al artesano que hizo el obsequio que recibieron de tierras lejanas; a los miles de científicos, ingenieros, técnicos, obreros que hicieron posible las maravillas de la tecnología que disfrutan en sus hogares…
Ahora imaginen que están en el lugar más alto desde el cual puedan ver el horizonte con la ciudad a sus pies… y cuando estén ahí piensen en la sonrisa de felicidad y el sentimiento de amor de las más de 300 mil Mamás que en el mundo dieron a luz en las últimas 24 horas, piensen que ustedes se funden en ese amor…
Por favor cierren sus ojos y recuerden ahora a toda la gente buena que en algún momento de su vida les brindó apoyo sin esperar nada a cambio. Piensen en lo que podrían lograr haciendo lo mismo por alguien más, sin esperar nada a cambio. Seguro que será mejor que hacer recuento de las calamidades, al menos por hoy.
Y que les cuento… ¡Ya no había bisquets con nata!
Con mis mejores deseos,
Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
domingo, 12 de octubre de 2008
Tarde de toros...
No están ustedes para saberlo ni yo para contarlo pero han de saber que eventualmente viajo a la ciudad de México por cuestiones de trabajo y que la historia de hoy corresponde al último de esos mis viajes de “voy” rumbo a la capital en el primer vuelo y “vengo” a casa en el último del día. “Voy, vengo pues…” Empezamos…
06:00 AM Despertar y vestir el uniforme chilango por excelencia ¡el traje! 7:00 AM Salir a esperar en la banqueta a donde me dan las 7:05, las 7:10, las 7:15 y el “aventón” ¡nunca llega! Activar el plan b, sacar de volada el coche, correr al cajero, “volar” al aeropuerto; solo me quito el cinturón –el guardia estaba de buen modo- para superar el control de seguridad del aeropuerto, abordar, escuchar por enésima ocasión las instrucciones de seguridad al tiempo que una aeromoza -que vio pasar ya sus años mozos- hace la calistenia habitual para señalar las salidas de emergencia, las mascarillas de oxígeno, a la que escucho “con toda atención” para no parecer mal educado. Superar la tensión del despegue para relajarme después en medio de turbulencias entre “ligeras y moderadas” que hacen brincar, igualmente entre ligera y moderadamente a la nota del periódico que me esfuerzo por leer…
El aterrizaje de regular a bueno, –el avión no rebotó más de una vez- corro a la fila del taxi para salir rumbo a la cita, llego con tiempo para un "tente en pie" en el Sanborn’s de la esquina, el café ¡a todo dar! y el pan de muerto ¡buenísimo! servido por una mesera de la segunda ¿tercera? edad de lo más amable y... hum... listo, ¡barriga llena y corazón contento! Ahora si... ¡a la faena! ¡Venga la reunión con los auditores que nos harán lo que el viento a Juárez!
12:30 en punto, ya en el ruedo con el público impaciente se abre la puerta de toriles por donde salen al ruedo no uno, ni dos, ni tres ¡cinco toros-auditores de lidia! listos a coger entre sus astas a los temblorosos integrantes-funcionarios públicos de la cuadrilla... Pronto la afición muestra su entusiasmo con el primer ¡Ole! de la tarde por el magistral pase del matador ante la primera embestida. ¡Uff! exclaman cuando por poco se llevan entre las patas al de las banderillas... finalmente todo termina en un empate... nada para nadie, ni sangre, ni dolor en la arena... ¡será para la próxima! Y así regresan con enfado los toros-auditores a los corrales... y la cuadrilla a comer y brindar por el "éxito" obtenido, a realizar el recuento de los daños y ordenar el remiendo del terno de luces para la próxima y definitoria faena donde seguramente la sangre llegará a la arena... y los pañuelos pintaran de blanco el graderío exigiendo el indulto del toro ó las orejas y el rabo para el matador…
15:30 PM ¡Al aeropuerto por favor que ya nos vamos! Qué si... ¿tuvo feliz estancia? ¿El tráfico está del demonio? ¿Llegaremos a tiempo? la charla mata los minutos del tedioso recorrido hasta llegar justo a tiempo para abordar el avión… pero, ¡nunca falta un pero! La voz cada vez más fea -que me recuerda la de las estaciones de autobuses- nos trae el anuncio mas odiado -Su atención por favor pasajeros del vuelo 9323 con destino al aeropuerto de Minatitlán se les informa que por las condiciones meteorológicas su vuelo está retrasado…- anuncio tras el cual un diligente empleado de la aerolínea nos invita a esperar en el salón “ejecutivo” donde dice encontraremos refrescos, bebidas, pastelillos y demás chunches cortesía de la casa para hacer menos cansada la espera…
¡Y ahí vamos! Como cuando se espera que la tienda agote la oferta –en este caso las bebidas-, nos dirigimos en tropel al ponderado salón solo para que justo al momento de dar el primer trago, antes siquiera de tocar la botana, el mismo empleado con la misma sonrisa amable –pintada seguramente- nos apresura a regresar a la sala de última espera para bordar el avión ¿Por qué le dirán así? ¡Dan ñanaras!
Y el enojo surge de pronto, a repelar todos por el desperdicio, se exige tiempo para dar cuenta de la bebida recién servida, solo que no hay pero que valga para el mensajero y de nuevo ahí vamos solo que ahora a pasito “tun tun” refunfuñando por la oportunidad perdida de cortar una flor del jardín de la aerolínea…De nuevo a sacar el boleto y la identificación, presentarlo a otro empleado –este con cara de ya estoy por acabar mi turno- recorrer los largos pasillos, embarcarse en el autobús, contar historias trágicas de aviones para fastidiar a los que transpiran el miedito que les da subirse a estos prodigios de la aviación –sobre todo cuando se espera que se mueva como batidora- saludar a la aeromoza, acomodarse en el asiento y ¡Oh, sorpresa! no pasa nada… los motores apagados… ¡Malandrines, ya entiendo! Nos vieron con muchas ganas de acabar con su despensa y prefirieron encerrarnos en la cabina del avión… Finalmente después de 15 o 20 minutos de larga espera con la advertencia de que si el tiempo no mejora regresaremos a la capital, escucho y siento la vibración de los motores que invitan a prepararse, de súbito el “arrancón” del despegue que en estos aviones si se siente y la vista que nunca deja de maravillar, de la gran ciudad a tus pies… Solo que hoy el paisaje es diferente, con la vista al infinito embelesado me captura la maravillosa sinfonía de colores de una puesta de sol que se difunde entre las nubes blancas que de tan blancas deslumbran y las negras, que de tan negras espantan enmarcando por momentos a un Don Goyo inquieto, humeante, tal vez enojado por nuestros desatinos, tal vez divertido, o simplemente indiferente pues conoce lo que ha sido y sabe que estará en lo que será. Y a su eterna compañera Iztaccihuatl la que no ve pues está dormida pero que acompaña el momento mágico que deseo interminable.
¿La crisis? ¡Cuál crisis! ¿La inseguridad? ¡Cuál inseguridad! ¿La corrupción? ¡Cuál corrupción ¡Humildad! es lo que respiro y debieran respirar todos los ciegos que no ven porque no quieren, escondidos tras la muralla que construyeron ellos mismos y ya olvidaron como cruzar… Y así del embeleso a la penumbra y de ahí al sueño y después al despertar en sobresaltos cuando una voz que no era de ángel anunció… “Sres. pasajeros estamos por iniciar nuestro descenso, favor de abrochar su cinturón, colocar el respaldo de sus asientos en posición vertical y abrir las cortinillas…” para dar paso a que los monstruos antes desvanecidos cobraran vida de nueva cuenta al conjuro del último anuncio del día “Señores pasajeros favor de permanecer en sus asientos por su propia seguridad hasta que el avión se haya detenido por completo en plataforma”
Con mis mejores deseos,
Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
06:00 AM Despertar y vestir el uniforme chilango por excelencia ¡el traje! 7:00 AM Salir a esperar en la banqueta a donde me dan las 7:05, las 7:10, las 7:15 y el “aventón” ¡nunca llega! Activar el plan b, sacar de volada el coche, correr al cajero, “volar” al aeropuerto; solo me quito el cinturón –el guardia estaba de buen modo- para superar el control de seguridad del aeropuerto, abordar, escuchar por enésima ocasión las instrucciones de seguridad al tiempo que una aeromoza -que vio pasar ya sus años mozos- hace la calistenia habitual para señalar las salidas de emergencia, las mascarillas de oxígeno, a la que escucho “con toda atención” para no parecer mal educado. Superar la tensión del despegue para relajarme después en medio de turbulencias entre “ligeras y moderadas” que hacen brincar, igualmente entre ligera y moderadamente a la nota del periódico que me esfuerzo por leer…
El aterrizaje de regular a bueno, –el avión no rebotó más de una vez- corro a la fila del taxi para salir rumbo a la cita, llego con tiempo para un "tente en pie" en el Sanborn’s de la esquina, el café ¡a todo dar! y el pan de muerto ¡buenísimo! servido por una mesera de la segunda ¿tercera? edad de lo más amable y... hum... listo, ¡barriga llena y corazón contento! Ahora si... ¡a la faena! ¡Venga la reunión con los auditores que nos harán lo que el viento a Juárez!
12:30 en punto, ya en el ruedo con el público impaciente se abre la puerta de toriles por donde salen al ruedo no uno, ni dos, ni tres ¡cinco toros-auditores de lidia! listos a coger entre sus astas a los temblorosos integrantes-funcionarios públicos de la cuadrilla... Pronto la afición muestra su entusiasmo con el primer ¡Ole! de la tarde por el magistral pase del matador ante la primera embestida. ¡Uff! exclaman cuando por poco se llevan entre las patas al de las banderillas... finalmente todo termina en un empate... nada para nadie, ni sangre, ni dolor en la arena... ¡será para la próxima! Y así regresan con enfado los toros-auditores a los corrales... y la cuadrilla a comer y brindar por el "éxito" obtenido, a realizar el recuento de los daños y ordenar el remiendo del terno de luces para la próxima y definitoria faena donde seguramente la sangre llegará a la arena... y los pañuelos pintaran de blanco el graderío exigiendo el indulto del toro ó las orejas y el rabo para el matador…
15:30 PM ¡Al aeropuerto por favor que ya nos vamos! Qué si... ¿tuvo feliz estancia? ¿El tráfico está del demonio? ¿Llegaremos a tiempo? la charla mata los minutos del tedioso recorrido hasta llegar justo a tiempo para abordar el avión… pero, ¡nunca falta un pero! La voz cada vez más fea -que me recuerda la de las estaciones de autobuses- nos trae el anuncio mas odiado -Su atención por favor pasajeros del vuelo 9323 con destino al aeropuerto de Minatitlán se les informa que por las condiciones meteorológicas su vuelo está retrasado…- anuncio tras el cual un diligente empleado de la aerolínea nos invita a esperar en el salón “ejecutivo” donde dice encontraremos refrescos, bebidas, pastelillos y demás chunches cortesía de la casa para hacer menos cansada la espera…
¡Y ahí vamos! Como cuando se espera que la tienda agote la oferta –en este caso las bebidas-, nos dirigimos en tropel al ponderado salón solo para que justo al momento de dar el primer trago, antes siquiera de tocar la botana, el mismo empleado con la misma sonrisa amable –pintada seguramente- nos apresura a regresar a la sala de última espera para bordar el avión ¿Por qué le dirán así? ¡Dan ñanaras!
Y el enojo surge de pronto, a repelar todos por el desperdicio, se exige tiempo para dar cuenta de la bebida recién servida, solo que no hay pero que valga para el mensajero y de nuevo ahí vamos solo que ahora a pasito “tun tun” refunfuñando por la oportunidad perdida de cortar una flor del jardín de la aerolínea…De nuevo a sacar el boleto y la identificación, presentarlo a otro empleado –este con cara de ya estoy por acabar mi turno- recorrer los largos pasillos, embarcarse en el autobús, contar historias trágicas de aviones para fastidiar a los que transpiran el miedito que les da subirse a estos prodigios de la aviación –sobre todo cuando se espera que se mueva como batidora- saludar a la aeromoza, acomodarse en el asiento y ¡Oh, sorpresa! no pasa nada… los motores apagados… ¡Malandrines, ya entiendo! Nos vieron con muchas ganas de acabar con su despensa y prefirieron encerrarnos en la cabina del avión… Finalmente después de 15 o 20 minutos de larga espera con la advertencia de que si el tiempo no mejora regresaremos a la capital, escucho y siento la vibración de los motores que invitan a prepararse, de súbito el “arrancón” del despegue que en estos aviones si se siente y la vista que nunca deja de maravillar, de la gran ciudad a tus pies… Solo que hoy el paisaje es diferente, con la vista al infinito embelesado me captura la maravillosa sinfonía de colores de una puesta de sol que se difunde entre las nubes blancas que de tan blancas deslumbran y las negras, que de tan negras espantan enmarcando por momentos a un Don Goyo inquieto, humeante, tal vez enojado por nuestros desatinos, tal vez divertido, o simplemente indiferente pues conoce lo que ha sido y sabe que estará en lo que será. Y a su eterna compañera Iztaccihuatl la que no ve pues está dormida pero que acompaña el momento mágico que deseo interminable.
¿La crisis? ¡Cuál crisis! ¿La inseguridad? ¡Cuál inseguridad! ¿La corrupción? ¡Cuál corrupción ¡Humildad! es lo que respiro y debieran respirar todos los ciegos que no ven porque no quieren, escondidos tras la muralla que construyeron ellos mismos y ya olvidaron como cruzar… Y así del embeleso a la penumbra y de ahí al sueño y después al despertar en sobresaltos cuando una voz que no era de ángel anunció… “Sres. pasajeros estamos por iniciar nuestro descenso, favor de abrochar su cinturón, colocar el respaldo de sus asientos en posición vertical y abrir las cortinillas…” para dar paso a que los monstruos antes desvanecidos cobraran vida de nueva cuenta al conjuro del último anuncio del día “Señores pasajeros favor de permanecer en sus asientos por su propia seguridad hasta que el avión se haya detenido por completo en plataforma”
Con mis mejores deseos,
Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
domingo, 5 de octubre de 2008
Tristeza...
¡Todo era excitación! La ciudad se preparaba para dar la bienvenida al candidato que arribaría en unas cuantas horas a una colonia muy cercana a la escuela donde en esa época cursaba yo el sexto año de primaria. Los planes para irse de “pinta” estaban a punto, ese día no seríamos clientes de la tienda escolar pues tan pronto tocara el timbre del recreo encaminaríamos nuestros pasos al campo de juegos donde, bien oculta tras unos arbustos, estaba la rendija secreta que, de cuando en cuando, nos permitía correr las aventuras que no pueden faltar en la experiencia de todo jovencito que se respete…
Y así se dieron las cosas, salimos al recreo, la guardia pretoriana de la escuela se descuidó –como siempre- y ni tardos ni perezosos minutos más tarde nos encontramos entre cientos tal vez miles de acarreados, curiosos y otros escolapios “de pinta” que esperaban el arribo de la comitiva que no se hizo esperar.
Muy pronto, entre porras, confeti y uno que otro recordatorio familiar (no al candidato naturalmente, si no al abusivo que siempre quiere ubicarse en la primera fila a costa de empujones y codazos) el autobús se acercó lentamente hasta detenerse precisamente donde estaba yo tratando de no perder el equilibrio, la cámara, los lentes o los dientes pues como comprenderán en esos años mi talla no correspondía de ninguna manera a la de los militantes y chismosos que arremolinados buscaban llamar la atención del candidato quien, exultante, con la sonrisa a pleno les saludaba desde la ventanilla justo a unos cuantos centímetros arriba de mi cabeza.
Y el momento esperado llegó, la mirada del futuro tlatoani y su sonrisa posaron para mí los instantes necesarios para lograr la foto que entre movida y fuera de foco fue mi tesoro por un buen tiempo en ese año de 1964.
Cuatro años más tarde ahora era el país quien estaba alborotado pero con otro motivo, el estribillo “De colores, de colores se visten los campos y las azucenas…” con música de estudiantina anunciaba la llegada de la televisión a color con motivo de las próximas olimpiadas que ocurrirían en México ¡Mí país! Nadie hablaba de otra cosa hasta que casi sin sentirlo, todo cambio… las noticias llegaban a cuenta gotas, se hablaba del movimiento de huelga de los estudiantes, de la toma de la universidad sin saber nadie a ciencia cierta nada… como casi nadie supo de la manifestación que fue disuelta rápidamente en nuestra ciudad para perderse en las sombras, en el rumor, en la nada… al igual como días más tarde se disolvieron las noticias del 2 de octubre tras los escenarios y la parafernalia de los Juegos de la XIX Olimpiada gallardamente resguardados por el Batallón Olimpia…
Vinieron después los años de las grandes decisiones, ¿Ciencias, biológicas o humanidades? ¿Ingeniería ó física?, que me llevaron en el año de 1970 a transitar cotidianamente junto a la estatua de Prometeo, ahí donde Dr. Moshisnky, desde la ventana desde el ¿tercer? piso de la Torre Ciencias, pedía a gritos silencio para que lo dejáramos trabajar; rumbo al centro del movimiento estudiantil en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México donde las encendidas asambleas, la crispación y las diatribas de los líderes que restaban del movimiento del 68, el oscuro cubículo del Comité de Lucha con imágenes del Ché y consignas pintadas en sus paredes y las historias que se contaban provocaban un callado temor en quienes como yo apenas atinábamos a entender lo que había atrás de todo eso.
Después volaron a la caza los “Halcones” un fatídico día jueves de corpus del año de 1971 para cometer su infamia en contra de los estudiantes del Casco de Santo Tomás y desaparecer junto con las almas de los muertos de ese día y otros días… Porque los “Halcones” no existieron, como tampoco los muertos grandes, ni los muertos chicos, ni el sufrimiento, ni el dolor, ni la angustia de tantos, en tantos lugares, que los fantasmas que tampoco existen, esconden y siguen escondiendo bajo el manto de la impunidad.
Y así un buen día el destino me llevó junto a un personaje que solo y taciturno conducía su auto por las calles de la gran ciudad. Dicen que la mirada “pesa” y ese día así fue, volvió su rostro y por un instante pintó aquella sonrisa franca, la que registró la instantánea que tome como recuerdo de un día “de pinta” cuando él, que era el candidato llegó a mi ciudad.
Hacen ya 44 años desde que estuve en aquel mitin donde conocí a Gustavo Díaz Ordaz, 40 años desde la masacre del 2 de Octubre y tal vez 30 años desde aquel encuentro fortuito en el periférico. Fui testigo de oídas de una historia que creció junto conmigo pero que realmente nunca pude dimensionar si no hasta ahora cuando el cinismo que cuestiona “dónde están los cientos de víctimas…” trata de enterrar lo que por su propia fuerza emerge y acusa.
Bastaría una sola víctima para no olvidar el 2 de Octubre, ni el jueves de corpus, ni los Acteales, ni las Aguas Blancas, ni la muerte de tantos inocentes no solo por las balas asesinas si no por la soberbia que condena a la desesperanza y al abandono.
Reconocimientos:
Muchos ciudadanos se unieron el año pasado para preservar nuestra playa y así, lo que hubiera sido una muestra más de la corrupción se convirtió en una plaza para beneficio de la comunidad. Hoy otro grupo de ciudadanos solicitan que en ese espacio ondee la Bandera de la Paz junto a nuestro Lábaro Patrio y en mi opinión no habría otro lugar más adecuado. Bienvenida la iniciativa de nombrar a esa plaza la “Plaza de la Paz” y todo mi reconocimiento a quienes contribuyen a sumar las voluntades para construir un México mejor.
Con mis mejores deseos,
Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
Y así se dieron las cosas, salimos al recreo, la guardia pretoriana de la escuela se descuidó –como siempre- y ni tardos ni perezosos minutos más tarde nos encontramos entre cientos tal vez miles de acarreados, curiosos y otros escolapios “de pinta” que esperaban el arribo de la comitiva que no se hizo esperar.
Muy pronto, entre porras, confeti y uno que otro recordatorio familiar (no al candidato naturalmente, si no al abusivo que siempre quiere ubicarse en la primera fila a costa de empujones y codazos) el autobús se acercó lentamente hasta detenerse precisamente donde estaba yo tratando de no perder el equilibrio, la cámara, los lentes o los dientes pues como comprenderán en esos años mi talla no correspondía de ninguna manera a la de los militantes y chismosos que arremolinados buscaban llamar la atención del candidato quien, exultante, con la sonrisa a pleno les saludaba desde la ventanilla justo a unos cuantos centímetros arriba de mi cabeza.
Y el momento esperado llegó, la mirada del futuro tlatoani y su sonrisa posaron para mí los instantes necesarios para lograr la foto que entre movida y fuera de foco fue mi tesoro por un buen tiempo en ese año de 1964.
Cuatro años más tarde ahora era el país quien estaba alborotado pero con otro motivo, el estribillo “De colores, de colores se visten los campos y las azucenas…” con música de estudiantina anunciaba la llegada de la televisión a color con motivo de las próximas olimpiadas que ocurrirían en México ¡Mí país! Nadie hablaba de otra cosa hasta que casi sin sentirlo, todo cambio… las noticias llegaban a cuenta gotas, se hablaba del movimiento de huelga de los estudiantes, de la toma de la universidad sin saber nadie a ciencia cierta nada… como casi nadie supo de la manifestación que fue disuelta rápidamente en nuestra ciudad para perderse en las sombras, en el rumor, en la nada… al igual como días más tarde se disolvieron las noticias del 2 de octubre tras los escenarios y la parafernalia de los Juegos de la XIX Olimpiada gallardamente resguardados por el Batallón Olimpia…
Vinieron después los años de las grandes decisiones, ¿Ciencias, biológicas o humanidades? ¿Ingeniería ó física?, que me llevaron en el año de 1970 a transitar cotidianamente junto a la estatua de Prometeo, ahí donde Dr. Moshisnky, desde la ventana desde el ¿tercer? piso de la Torre Ciencias, pedía a gritos silencio para que lo dejáramos trabajar; rumbo al centro del movimiento estudiantil en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México donde las encendidas asambleas, la crispación y las diatribas de los líderes que restaban del movimiento del 68, el oscuro cubículo del Comité de Lucha con imágenes del Ché y consignas pintadas en sus paredes y las historias que se contaban provocaban un callado temor en quienes como yo apenas atinábamos a entender lo que había atrás de todo eso.
Después volaron a la caza los “Halcones” un fatídico día jueves de corpus del año de 1971 para cometer su infamia en contra de los estudiantes del Casco de Santo Tomás y desaparecer junto con las almas de los muertos de ese día y otros días… Porque los “Halcones” no existieron, como tampoco los muertos grandes, ni los muertos chicos, ni el sufrimiento, ni el dolor, ni la angustia de tantos, en tantos lugares, que los fantasmas que tampoco existen, esconden y siguen escondiendo bajo el manto de la impunidad.
Y así un buen día el destino me llevó junto a un personaje que solo y taciturno conducía su auto por las calles de la gran ciudad. Dicen que la mirada “pesa” y ese día así fue, volvió su rostro y por un instante pintó aquella sonrisa franca, la que registró la instantánea que tome como recuerdo de un día “de pinta” cuando él, que era el candidato llegó a mi ciudad.
Hacen ya 44 años desde que estuve en aquel mitin donde conocí a Gustavo Díaz Ordaz, 40 años desde la masacre del 2 de Octubre y tal vez 30 años desde aquel encuentro fortuito en el periférico. Fui testigo de oídas de una historia que creció junto conmigo pero que realmente nunca pude dimensionar si no hasta ahora cuando el cinismo que cuestiona “dónde están los cientos de víctimas…” trata de enterrar lo que por su propia fuerza emerge y acusa.
Bastaría una sola víctima para no olvidar el 2 de Octubre, ni el jueves de corpus, ni los Acteales, ni las Aguas Blancas, ni la muerte de tantos inocentes no solo por las balas asesinas si no por la soberbia que condena a la desesperanza y al abandono.
Reconocimientos:
Muchos ciudadanos se unieron el año pasado para preservar nuestra playa y así, lo que hubiera sido una muestra más de la corrupción se convirtió en una plaza para beneficio de la comunidad. Hoy otro grupo de ciudadanos solicitan que en ese espacio ondee la Bandera de la Paz junto a nuestro Lábaro Patrio y en mi opinión no habría otro lugar más adecuado. Bienvenida la iniciativa de nombrar a esa plaza la “Plaza de la Paz” y todo mi reconocimiento a quienes contribuyen a sumar las voluntades para construir un México mejor.
Con mis mejores deseos,
Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
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