domingo, 23 de noviembre de 2008

De la Revolución y el desfile del 20...

Corría el año de 1888 cuando la Tía Lencha, hija de Mamá Siveria, nació en la Huasteca Veracruzana justo el mismo año cuando el Circo Atayde abrió sus carpas...

Le recuerdo hermosa, con el cabello inmaculadamente blanco, delgada, con el rostro surcado por profundas arrugas, siempre acompañada de los inseparables cigarros que en la niñez presumía de forjar a mano hasta que finalmente concedió paso a la modernidad para fumar argentinos, aquellos de cajetilla blanca riveteada de filos azules envuelta en papel celofán…

Ella tenía veintidós años cuando estalló la Revolución Mexicana. Juventud perdida entre el ir y venir de los grupos revolucionarios, los enfrentamientos en 10 años de lucha, el sufrimiento y la muerte de millones de víctimas que fueron el dolor del larguísimo parto del México deseado que parece aun no concluye.

¡Ahí vienen los villistas! Nos decía y a poner todos cara de villistas, esconder la honra y el oro dejando poquito para cambiarlo por bilimbiques villistas… ¡Ahí vienen los carrancistas! Y vuelta la burra al trigo, todos a cambiar de cara y a esconder la honra y el oro dejando poquito para cambiarlo ahora por bilimbiques carrancistas que los otros ni para papel tapiz servían…

La lucha por el sufragio efectivo y la no reelección, llevó a Francisco I. Madero a proclamar en San Antonio, Texas el Plan de San Luis donde convocó a todos los ciudadanos a tomar las armas el 20 de noviembre de 1910 “para arrojar del poder a las autoridades que actualmente nos gobiernan” 10 años después la revolución triunfó, dieron inicio las celebraciones, pero solo 16 años más tarde llegó el desfile y cuando lo hizo ahí estuvo siempre la Tia Lencha…

El día 20 de alguno de esos años, cuando aún yo no desfilaba, me tocó acarrear la silla, la sombrilla, acomodarla “en la sombrita” como cariñosamente solicitaba solo para ver después como se perdía su mirada al paso de los contingentes sumida en los recuerdos de aquellos tiempos…Hoy ya no hay mas Tía Lencha, se nos fue a sus 95 años, le sobrevivimos muchos, pero no lo hicieron sus recuerdos, pues no hay más desfile, ni celebración. Celebración que finalmente no era la de ella pues no tenía pintado el color de ningún partido.

Pero si pertenecían a ella los recuerdos de los muertos propios y ajenos, el sufrimiento y el dolor de parto que ahora ya nadie más entiende. El 20 de noviembre no era la parafernalia partidista, era el memorial de respeto a tantos que se sacrificaron en el anonimato pensando en un México que quiere, que puede ser mejor.

Como Tony Meléndez quien dijo “Yo quiero, yo puedo” y a quien agradezco su mensaje que es él mismo. Gracias a la Fundación Cangrejera por la voluntad, humildad y ausencia de protagonismos con la que han conducido su altruismo a favor de los niños con capacidades diferentes; gracias a todos los que trabajan por el bien común.

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Agradezco a las autoridades que han dispuesto los operativos de “seguridad”, sin embargo les pediría respetuosamente que no permitan que se conviertan en operativos de extorsión. El pasado viernes por la noche, regresaba a casa acompañado por mi esposa, me marcaron el alto al mismo tiempo que sorprendentemente dejaron pasar un auto con los cristales polarizados. El “oficial” que dirigía el “operativo” solicitó la licencia y la tarjeta de circulación. Parsimonioso, revisó los documentos con la cabeza agachada, cuando la levantó lo hizo con una sonrisa cínica para espetar: -Yo a Usted lo conozco, ¿no anda usted borracho como la semana pasada cuando lo dejé ir?

No me costó trabajo hacer caso omiso a la intimidación y continuar mi camino. Los hechos son 1) No había cometido ninguna infracción y conducía a una velocidad moderada; 2) Pudieron detener a un auto con cristales polarizados que ameritaba una revisión de seguridad en cambio me detuvieron a mí; 3) El “oficial” mintió, ni me conocía, ni antes me dejó ir, y yo no estaba borracho.

Con mis mejores deseos,

Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com

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