-¿Estará muerto? Pobrecito, ya no se mueve… ¿Cómo es que llegó hasta aquí?
Y como si les hubiese escuchado, deseando exclamar para aferrarse a la vida ¡No me abandonen, estoy vivo! Apenas alcanzó a moverse un poco para quedar de nuevo sumido en la bendita inconsciencia…
-¡Mira! ¡Se movió! ¡No está muerto!... ¿Qué hacemos?
Y ocurrió un pequeño milagro... el dulce néctar que con paciencia y amor, gota a gota alimentó su cuerpo, lentamente le regresó al camino de la vida. Primero levantó su aguzado pico para beber la ambrosía, después se irguió tembloroso en las manos de aquél gigante que le arropaba, al cabo, agitando sus pequeñas alas, el colibrí, emprendió el vuelo a lo suyo no sin antes detenerse en lo alto de un arbusto, mirando atrás ¿Agradecido?.
La anterior es una historia basada en hechos que ocurrieron justo hace un par de días cuando compañeros de trabajo encontraron a un diminuto colibrí, en apariencia muerto en el cubo de las escaleras de nuestra oficina. Afortunadamente no lo estaba. Las gotas de agua azucarada que con paciencia vertieron en su pico le permitieron al cabo de un rato emprender el vuelo.
Nada más alejado del altruismo interesado fue ese acto de misericordia. Ejemplo de los miles, millones que se requieren para aliviar el sufrimiento de los seres humanos y de su entorno. Tal es el caso del pueblo de Haití que ha sufrido primero la explotación y el olvido; y después las inenarrables consecuencias del terremoto. Pueblo sediento de lo indispensable que, ante tal desgracia, debería ser objeto de apoyo jamás de agravio por la burla y el sarcasmo.
Como tampoco lo deberían ser, como lo son cotidianamente, las minorías con costumbres, con ideologías, con religiones, con percepciones distintas, que están sedientas de comprensión, respeto y un espacio en una sociedad que debería fortalecer sus valores, antes que aceptar ser esclava del temor a la libertad, sustento de la diatriba, de quienes son incapaces de argumentar y construir puentes de entendimiento.
Por cierto, se han preguntado, ¿A qué se debe el rotundo éxito de la película Avatar más allá de los efectos especiales? ¿Será acaso por que muestra, alrededor del pozo donde se hacinan los temores, al maravilloso prado de la libertad?
Con mis mejores deseos,
Enrique Chávez Maranto
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