domingo, 17 de enero de 2010

¿Filantropía?

No es de gratis que algo o alguien despierte interés… se necesita ser atractivo, gracioso, destacar, tener algo… como el juguete de Pedrito que recibió en navidad y que por si solo bastó para que sus compañeros de juegos giren alrededor de él. ¿Qué si Pedrito es un “nerd”, un “cae me bien”, un bravucón o un bobo? ¡No importa! Sus “amiguitos” harán lo imposible por capturar su atención con tal de que les comparta el gozo de su preciada posesión.


Con el paso de los años los juguetes asumen formas sofisticadas. Para unos su atractivo será la competencia profesional, su imagen o el poder. Mientras lo posean, siempre serán sujeto del interés de quienes desean que se les comparta de algún modo. ¡Señor disputado! Es un honor tenerlo en esta su casa… ¡Don Ramiro Mucha Plata! ¡Bienvenido! ¿Podríamos conversar en privado? Le tengo un negocito... ¡Susi Flor! ¡Niña! Ya sabes que estoy para apoyarte… Solo que nada es para siempre. Los juguetes se rompen o pasan de moda; el poder y la belleza se acaban; y el interés triste, lamentablemente se extingue. De ahí, a la soledad y al olvido basta solo un paso. -¿Te acuerdas de ese señor?, -¿Cuál?, -Si hombre, ese que fue diputado... -No ¡para nada! -¡Pero como no te vas a acordar! Si más de una vez cenó en tu casa… -¡Ah sí! el penitente ese…


Mantener el interés a lo largo del tiempo nunca será fácil. Quien deseando estar en el foco de la atención de la gente no se aplique con disciplina y trabajo sufrirá mucho cuando el juguete e rompa, se agote o pase de moda… renovarse o morir, en el abandono o el olvido, es el nombre del juego que queramos o no todos jugamos personas, empresas, instituciones y países. Un buen ejemplo de ello es el patético caso del pueblo de Haití. Las estadísticas que se pueden obtener de los millones de consultas de información que se hacen a través de Internet muestran que es un país en el que nadie, ni siquiera los propios haitianos, se interesa. Salvo, muy escasamente, sus vecinos más cercanos y eso, tal vez, por los problemas que les puedan causar. Haití ha sido un pueblo olvidado por ellos mismos y por la comunidad de las naciones hasta el día del fatídico terremoto.


Hoy, a raíz de la catástrofe humanitaria sin precedentes, Haití es atractivo para muchos, por muchas razones. Los que nunca hacen nada por el prójimo buscarán mitigar su conciencia con donativos que serán menos que quitarle la mitad de un pelo a un gato. Habrá quienes encontrarán en la tragedia la “maravillosa” oportunidad de abonar su resentimiento en contra de los villanos de siempre. Otros más llevarán agua a su molino en imagen, liderazgo, audiencia, ventas o en la seguramente rentable labor de reconstrucción… y pocos muy pocos, han estado ya y estarán ahí para ayudar con convicción al pueblo haitiano sin mayor propósito que el amor al prójimo.


Es un hecho lamentable que la estadística sobre el interés en el pueblo haitiano solo haya repuntado por el desastre. Lamentable también es que la estadística sobre el interés en México haya descendido un 80% a partir del año 2004 y que solo haya repuntado eventualmente por el viaje de Zelaya, el presunto secuestro del avión por aquel iluminado, el partido de basketball con Argentina, la epidemia de influenza, la violencia del narcotráfico… lástima en verdad. Renovarse o morir es el nombre del juego.


Con mis mejores deseos,

Enrique Chávez Maranto

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