Cuentan de un alto y exitoso ejecutivo, ya entrado en canas, que ante el inminente retiro de su jefe se sintió merecedor de ocupar el puesto que quedaría vacante. Gozando de la absoluta confianza y amistad del futuro jubilado, le había solicitado hasta el cansancio que le permitiera entrevistarse con el mítico dueño de la corporación para “hacer su luchita” y convencerlo de que él, y solo él, era el reemplazo ideal.
La respuesta de su jefe siempre fue la misma: “ten paciencia, el día que menos esperado te llamarán al último piso del rascacielos donde despacha Mr. Smith.” Y así ocurrió. Un buen día nuestro impaciente amigo recibió la noticia. Su jefe, le informó que Mr. Smith le había designado como el nuevo presidente de la compañía y que como tal, tenía el poder de tomar todas las decisiones en la empresa. También le comentó que como segundo de abordo, tenía el derecho de subir sin previo aviso al piso más alto del rascacielos, pero que él, sinceramente, le recomendaba hacerlo, si y solo si, se encontrara en un verdadero aprieto y sin más, se despidió deseándole el mayor de los éxitos en su nuevo encargo.
Exaltado por la sorpresa, no bien despidió a su ahora ex-jefe olvidó su recomendación y abrió la puerta a las escaleras que conducían al despacho de Mr. Smith con la intención de agradecer su nombramiento. Poco le llevó pasar del entusiasmo a la consternación: la escalera conducía a una oficina abandonada sin más atributo que una excelente vista panorámica de la ciudad… Entendió entonces que nunca había existido Mr. Smith y que el peso de todas las decisiones estaba bajo sus espaldas. Tenía todo el poder, pero se encontraba solo, absolutamente solo.
El antecesor de nuestro recién estrenado presidente había inventado el mito de “Mr. Smith” con el único propósito de concederse el tiempo necesario para tomar una decisión que podría tener un impacto mayor en toda la corporación ya que conocía bien, el daño que podía causar una decisión o una declaración apresurada. Así que decidió convertirse con toda humildad solo en el portavoz de las decisiones del misterioso “Mr. Smith”…
Quienes verdaderamente detentan el poder en sus pueblos, son concientes de que todo lo que ellos comunican a través del lenguaje hablado, del corporal o de las emociones, tiene un impacto decisivo. Difícilmente se exponen a dar una respuesta a un cuestionamiento o una solicitud pues conocen que su palabra es la última. Cuando se dirigen a su pueblo nunca es con sentencias que puedan considerarse definitivas, salvo cuando todo esta, como decimos, “bien planchado.”
No es casualidad que en las familias de antaño, las solicitudes importantes de los hijos al padre se realizaban siempre con la intercesión de la madre. Tampoco lo es que los reyes y emperadores solo se comunican con sus pueblos a través de sus voceros y que nadie podía verles directamente a los ojos. El pueblo japonés escuchó por primera vez la voz del emperador Hiroito solo con motivo de su rendición al término de la segunda guerra mundial… Otro ejemplo de esto es el caso del jefe de la Reserva Federal de los Estados Unidos quien muy rara vez hace algún tipo de declaración pues sabe que un titubeo o una expresión de preocupación, puede poner a temblar a los mercados… Ninguno de ellos, salvo el Papa, puede utilizar a un “Mr. Smith” como paraguas, saben bien que el precio a pagar por el verdadero poder es la soledad en la toma de decisiones.
Lamentablemente los “líderes” de nuestro país hacen del micrófono su adicción y hablan, hablan y hablan hasta el cansancio, como si con palabras pudieran compensar su incompetencia. No han aprendido que el poder se ejerce en el silencio, que se ejerce en la soledad, que “calladitos, se ven más bonitos” o dicho de otra manera, “en boca cerrada, no entran moscas”
Con mis mejores deseos,
Twitter @enriquechm
Que bueno que nuestro presidente no comparte "ideologias con Venezuela" .. si no... tal vez...le diera por cantar!.
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