sábado, 19 de junio de 2010

¡Gracias, mil gracias!

Después de una breve estancia en el puerto de Veracruz, en el camino de regreso a casa, sentimientos encontrados se alternaban en mi ánimo como el estado de la autopista: a veces mal, a veces bien...

Del lado bueno, el recuerdo de la gentileza y el trato amable de las personas con las que tuve la oportunidad de contactar en ese espléndido puerto. De la risa a carcajadas que me arrancó, cuando relató sus anécdotas al más puro y divertido lenguaje jarocho, el taxista promotor en sus pasajeros de la conciencia ciudadana, pero aclaró, solo un poquito, porque muchos no dan para más; del comedimiento de la mesera de un restaurant en los portales, para satisfacer los requerimientos de mi estricta dieta; del excelente servicio que me brindó el personal de la empresa a la que acudí a solventar un problema que ahora ya es historia; y ni qué decir del personal del hotel que pensé uno más entre tantos para resultar excelente, con un hermoso y apacible jardín. Balcón de privilegio donde disfruté el hermoso crepúsculo que transitó de los vivos colores del atardecer, a una rebanadita de luna enmarcada por el azul profundo de un cielo tachonado de estrellas…

Pero, en la zona de baches, descarté sin desearlo la máscara de la gente buena en ese pedacito de tierra que infunde alegría y esperanza… para, entre los tumbos de la “autopista”, sustituirla por la máscara de la desesperanza y el miedo… ¡Caray! ustedes bien saben la causa… por los tantos males, que como la hierba mala, crecen a lo largo de todo el territorio nacional.

En esa pesadumbre estaba, cuando de pronto el cielo se encapotó, y el viento se tornó fresco con ese olorcillo característico que precede la tormenta. Mal fario pensé por un instante, cuando de pronto, de entre las lagunas que bordean la carretera, levantaron el vuelo decenas de garzas contrastando su blancura contra el manto oscuro de la borrasca. Y recuperé por esas garzas blancas, la imagen del taxista y la de tanta gente buena que a su estilo, en su trinchera, no se deja vencer y mantiene la esperanza de un México mejor.

El relato anterior corresponde al pasado miércoles. El jueves, a las 13:30 horas, como en otras tantas ocasiones, me dispuse a ver el partido de la Selección Mexicana de Futbol, con entusiasmo, pero con el corazón apachurrado por la según yo inminente derrota, vamos ¡cuando mucho un empate! Pero me equivoqué de cabo a rabo. Al son de “Cielito Lindo” disfruté con una inmensa alegría el triunfo de las garzas, ahora vestidas de verde, del equipo tricolor.

Y el pueblo se volcó en las calles, disfrutando como nunca, de la alegría indescriptible, de la emoción a flor de piel, del orgullo por lo nuestro, de una primera dosis de esperanza redimida.

¡Gracias seleccionados, mil gracias!

Con mis mejores deseos

Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
Twitter @enriquechm

3 comentarios:

  1. me gusta mucho cuando escribes de las anecdotas de tu vida o de reflexiones de la misma, me encanta cuando escribes de tu niñez. te mando un abrazo muy fuerte y ya sabes.. estoy contigo.Mis oraciones van para ti. atte. Karina Pang

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  2. Que bonito relato, imaginé todo cuanto vivió con solo leerlo. De vez en cuando hace falta leer algo así entre tantas malas noticias, justo como le pasó, una dosis de esperanza.. Es refrescante y necesario!! Saludos. Gloria

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  3. Estoy en estos momentos viendo la derrota de la Selección frente a la Argentina y lo que acabo de leer me inspiró más para poder transmitirles a mis desolados hijos el mensaje que yo quiero. México es más que futbol, que fraudes electorales, que gobernantes ladrones...México es también gente alegre, buena, solidaria, ingeniosa, trabajadora, que lo único que necesita es convencerse de que el triunfo está al alcance de la mano, que no se "desavalorine" a la primera dificultad. Es dificil, pero hay que seguir intentandolo por el bien de tanta gente que diariamente hace lo que le corresponde bien. Showmbly

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