domingo, 13 de junio de 2010

Mascarada

Tal vez el miedo más grande lo cause el riesgo de asumir lo que realmente somos. Solo así se explican las mil máscaras que ocultan el verdadero rostro de los protagonistas del carnaval en el que todos participamos.

Caretas existen muchas… la sumisión de los hijos buscando el amor de sus padres. La rebeldía del adolecente buscando la aceptación de los amigos. La galantería del joven tras el ansiado “sí” de la muchacha esquiva. La virtud de la joven casadera. La efectividad del empleado en busca del favor del jefe para conservar su empleo. La del padre que impone a sus hijos lo socialmente… correcto. La del futuro promisorio del político tras el favor de los votantes. La de la queja permanente y el resentimiento de una sociedad en busca de un mejor liderazgo que el que ella misma ha parido.

Tantas máscaras se suceden en los rostros de los protagonistas del jolgorio que paulatinamente, poco a poquito, casi sin sentirlo; por miedo, olvidan reconocer en sí mismos los anhelos del Alma al descartar la reflexión que les conduciría a construir, a expresar y a construir su verdad…

Miedo a perder sus apegos. Miedo a enfrentar la responsabilidad de llevar a cabo sus anhelos antes que sumisamente aceptar sin más, el rol que otras máscaras, tan patéticas como las que ellos mismos utilizan, han construido.

Pero… ¿Quién montó la escenografía? No hay un responsable, son muchas las innumerables comparsas, con antifaz al rostro, de todos los tiempos y las geografías, que han contribuido a lo largo de la historia de la humanidad, a montar la farsa para el gran público, que apático y sumiso, no aplaude, pero tampoco decide abandonar la función por miedo a perder su confortable butaca.

Pero la buena noticia es que al final del día no perderá su butaca, emprenderá un nuevo camino que le llevará a las nuevas y maravillosas experiencias de la integridad, de la congruencia entre lo que usted verdaderamente es y su actuar. ¿Podría imaginar algo mejor que realizarse con plenitud en todos los aspectos de su vida como hijo, amigo, pareja, padre, empleado, servidor público, como ciudadano? Muy probablemente habrá de enfrentar el costo del desapego a lo que hoy está acostumbrado, pero la recompensa, se lo aseguro, bien vale la pena.

Hoy mismo como ciudadano tiene la oportunidad de impulsar nuestra incipiente democracia con su voto, sin mayor costo que un acto de voluntad. Convenza a su familia, convenza a sus vecinos, a sus empleados, a sus compañeros de trabajo para que acudan a votar cómo y por quién ellos decidan. La casilla no estará lejos de su hogar. Recuerde que el robo es un delito. Quien se somete, roba a sí mismo el derecho a la realización. Quien se abstiene de votar, roba a su país el derecho a un futuro promisorio.

“Vivo porque Soy lo que anhela mi Alma; porque pienso lo que Soy, porque expreso lo que Soy, porque realizo lo que Soy”.

Con mis mejores deseos,

Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
Twitter @enriquechm

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