domingo, 18 de julio de 2010

Desafinado

La vida es música. Nota tras nota se suceden los hechos de nuestra existencia, unas suenan bien, otras desafinan, pero una vez tocadas ahí quedan. Nadie las puede borrar de la memoria del que escucha atento. Ni del alma de quien se puso “chinito” cuando la escuchó por primera vez, o aún se emociona hasta las lágrimas tan solo al evocar los recuerdos de aquel inolvidable momento…

Justo ahora escucho el larguísimo solo de batería del primer disco que compré –con mi dinero, aclaro- cuando tenía yo poco más de 10 años: “In-A-Gadda-Da-Vida” de Iron Butterfly, un grupo de rock de los años 60’ pionero del “heavy metal”… El sonido del bajo, el órgano, la batería, el requinto todo en un revoltijo que me emociona… “I want you came with me and touch mi hand…” Tan, tan, ta, ta, ta, tan… tun tun… ¡¡Guau!!... Me recuerdo tirado en el piso, boca arriba, con la cabeza entre las bocinas del modular a todo volumen… ¿Será por eso que 47 años después, me zumban los oídos?

Pues sí, la vida es música. Y en esto solo hay de dos sopas… La de quien es compositor, intérprete y público de las rolas que deja fluir de su alma a la mente, imaginando, decidiendo, disfrutando de antemano una a una sus notas pero que enfrenta un pequeñísimo problema en la interpretación de su musical existencia; no puede corregir nada, nota tocada, afinada o no, ahí queda.

Por otro lado está la opción de quien lee la letra y música que otros escriben. Y de estos hay muchísimos. Unos por sentirse incapaces de componer su canción como cualquiera, pues eso dolosamente les han enseñado; otros más que, llevando la música por dentro, temen hacer el ridículo si desafinan, y terminan cantando lo suyo… ¡en la regadera!

Así, el compositor de su propia existencia toca una nota, la disfruta o la sufre, pues la sabe suya, y decide con optimismo la siguiente aprendiendo poco a poco los acordes que armonizan con su alma para lograr los anhelos. Los demás, se condenan a repetir la música escrita para otros, leyendo del karaoke en el que soportan su pobre existencia.

La primera opción tiene sus costos pero grandes satisfacciones, la segunda solo el costo de la sumisión, ¡Ah, lo olvidaba!, también les paga unos cuantos aplausos de otros como ellos que le olvidarán justo al bajar del escenario.

Yo la verdad, verdad, prefiero la primera, antes que desafinar toda la vida.

Con mis mejores deseos

Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
Twitter @enriquechm

2 comentarios:

  1. Espero que este artículo no lo haya escrito después de la lamentable exhibición de mis pocos talentos en el karaoke. Pero valga pues, si le sirve de inspiración. Espero hacerlo mejor en la composición diaria de mi vida. Un saludo y gracias por seguir compartiendo sus pensamientos semana a semana. Showmbly

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  2. Muy buena alegoría

    ModestoH

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