Don Raúl esbozaba la sonrisa de aquel
que tiene todo en la vida. Todas las tardes, después del quehacer, daba oídos a
los ruidos del bosque en tanto que bellos atardeceres le conducían a la noche
entre volutas de humo del cigarro forjado a mano, el calorcito aquel después
del disfrute de un eventual tequilita y el suave crujir de la mecedora que
acostumbraba colocar en la terraza frente a su hermosa casa de campo. Justo en
el lindero de una curva de la carretera por donde grandes camiones
transportaban las cosechas de la serranía a la costa.
Así fue hasta aquel fatídico día en
que la consternación de apoderó del pueblo. Un pesado transporte sin frenos se
salió de la curva, mató a Don Raúl y terminó su loca carrera incrustado en la
casita aquella que a partir de entonces luce un festón negro en su portada.
¿Por qué realmente murió Don Raúl?
Porque él nunca tuvo conciencia, o no le importó, controlar los factores del
riesgo en que se colocaba cotidianamente. Obvio decir que después del trágico
accidente, sus nietos colocaron una barrera de bloques de cemento al frente de
su casa y, por supuesto, la habitual cruz que nunca falta en estos casos. Otra
más de las que por miles pueblan la vera de los caminos en recuerdo de las
víctimas de la inconsciencia.
Pero con justicia he de abonar que aún
las actividades que se realizan dentro de una zona de confort donde todo está
aparentemente bajo control, tienen un riesgo. Mínimo, pero riesgo al fin pues
nada en esta vida está seguro al 100%. En el acto de caminar, por ejemplo,
siempre existe la posibilidad de un traspié con consecuencias que pueden ir
desde la simple pérdida del paso hasta la fractura de un hueso.
Sigmund Freud dijo alguna vez “Existen dos maneras de ser feliz en esta
vida, una es hacerse el idiota y la otra serlo.” Esto es así pues no sufre,
y en consecuencia es ‘feliz’, el corto de entendimiento, el que ignora, o el
que simplemente no puede o quiere percibir los peligros que enfrenta. Sin
embargo desarrollar conciencia tiene un costo que puede llegar a ser mayúsculo.
Produce miedo a las inevitables consecuencias que se presentarían de
materializarse el riesgo asociado a las acciones requeridas para lograr nuestros
propósitos ó más aun, nuestros más caros anhelos.
Miedo que exacerbado se convierte en
el pánico que al paralizar, mata, pues vivir es movimiento. Así el reto es
¿Cómo lograr ser felices aun conscientes del riesgo en la procura de los
anhelos? ¿Cómo convertir “crear, sentir, experimentar la vida” en el mantra de
nuestra fe a pesar del temor? ¿Cómo ser un lobo en busca de lobos, antes que un
lobo aborregado por los paradigmas de un sistema?
Bueno es tener miedo, pero ni tanto
que paralice, ni menos del necesario para motivar la prudencia y la prevención.
Controlar los factores que inciden en el riesgo, reduce la posibilidad de que
este se materialice y en consecuencia reduce el temor. Si amenaza tormenta, portar un paraguas disminuye la posibilidad de mojarse pero, por favor, no se
queden en casa, no se nieguen la oportunidad de vivir aun bajo la lluvia...
Consideren que en la procura de los
anhelos el miedo es uno de los aliados, pero convertido en pánico será él peor
enemigo…
Reciban un cariñoso abrazo,
Enrique
Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
twitter.com/enriquechm
www.ramari.blogspot.com
Este capítulo provoca un giro hacia el análisis de la inteligencia emocional, un balance perfecto ante las sorpresas de la vida, quien por cierto Don Raúl, (qepd) ya disfrutó de la última.
ResponderBorrarSer feliz es un inquietante recorrido, sorteando las piezas que se mueven, al sujeto aquel que interviene, inclusive a aquel tráiler de judas. ¡Ay Don Raúl! usted contemplando un no sé qué, cálidamente en un sillón, queriendo lo que ama y sin dejar un espacio para razonar matemáticamente en el “y si…”
Prevenir, ignorar y vivir, razones del corazón, no le aunque, aplicarlo a la rutina diaria nos engaña y nos lleva al bendito existir.
Saludos
Noor
P.D. Sr. S. Freud, portador de grandes ideas, le comunico que alternaré sus muy buenas opciones, ¿Por qué? porque si no, me tildarán en una de ellas ;)
Noor,
ResponderBorrarEn verdad le digo que algún día le pediré al Sr. Freud nos obsequie una opción especial para Usted ¡Me encantó su comentario! ¿Dónde puedo leer algo de su obra?
Saludos cordiales,
Enrique Chávez Maranto