martes, 27 de febrero de 2007

Cambio de administración, acción y reacción

Cada seis años los nuevos funcionarios y aquellos heredados de administraciones anteriores en la Administración Pública Federal enfrentan el reto de superar actitudes y enfoques diferentes para que se pueda dar liderazgo efectivo.

Los nuevos funcionarios asumen sus encargos con el deseo –ansiedad- de trascender a través de la transformación de sus áreas de responsabilidad en un tiempo finito; seis años si acaso, no más.

Los funcionarios heredados por su parte buscan en primera instancia sobrevivir al cambio a través de la cautela apalancados con un mayor conocimiento del contexto en el que han operado los últimos años.

Para la nueva administración, los resultados rápidos son una prioridad en tanto que para los heredados los plazos se perciben de manera diferente. Así, se emprenden las nuevas iniciativas sin que se prevean mayores problemas; no obstante, los obstáculos se presentan y se multiplican, los programas no se cumplen y al final del día la desconfianza y la frustración se instalan en la nueva administración.

¿Son reales los problemas? ¿Me estarán diciendo la verdad? ¡Una empresa no puede sobrevivir así! Son las preocupaciones cotidianas del nuevo funcionario que cada vez más se tiene que involucrar en cuestiones operativas para discernir lo falso de lo verdadero.

Por su parte, algunos de los heredados, aún deseando colaborar, temerán decir lo que realmente piensan de tales iniciativas -¡no se les tache de negativos!- y asumen una actitud de cautela en pos de sobrevivir minimizando riesgos; otros heredados, en el peor de los casos, descalifican, se asumen víctimas ¿Por qué ellos sí y yo no? ¡No respetan mi experiencia! Y buscan hacer lo mínimo indispensable o nada, total ¡que lo nuevo ya pasará!

Para solventar esta problemática tanto los nuevos como los viejos tendrían que hacerse de buenas dosis de humildad y voluntad; humildad para reconocer las fortalezas y debilidades tanto propias como de aquellos con los nos ha tocado trabajar; y voluntad para no caer en la frustración y el resentimiento.

Despacio que voy de prisa… Tanto peca el que mata la vaca, ¡como el que le agarra la pata!

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