sábado, 17 de febrero de 2007

El petate del muerto...

Hace algunos días el Presidente Calderón reunió en los Pinos a los nuevos funcionarios de la SFP; a los nuevos y los viejos funcionarios de PEMEX y de la CFE con el propósito de dar el mensaje de la lucha frontal contra la corrupción en el sector público…

El Presidente Calderón expresó en los Pinos que la corrupción mata la confianza que el ciudadano debe tener en sus instituciones y tiene toda la razón; sin embargo, también mata a las instituciones el control basado en la desconfianza.

Un mensaje similar, con mucho mayor énfasis, fue hecho por un contralor al principio de la administración del Presidente Fox, cuando reunió a los funcionarios de la empresa que él fiscalizaba, para señalar a todos como corruptos y pedirles con toda “amabilidad” que denunciaran a sus jefes, sus compañeros y subordinados so pena, en caso de no hacerlo de ir, todos, a la cárcel; de eso yo fui testigo.
Y si el objetivo era asustar con el “petate del muerto” me parece que lo lograron, pero con algunos solamente...
El corrupto; capaz, inteligente y sin escrúpulos, no se intimida con discursos porque está conciente que el sistema legal, minimiza los riesgos en tanto que esta diseñado para la impunidad de aquellos que, como él, saben que puertas tocar.
En cambio, si amedrenta a quienes, sin ser corruptos, pueden ser señalados como tales y que no conocen, ni tienen los medios, para salir de tales predicamentos. Lo único que les garantiza no caer en manos de la moderna inquisición, por que de santa no tiene nada, es simplemente no hacer algo que pueda suponer el más mínimo riesgo.
Y esto último es lo que mata a las instituciones.
Es un hecho que el Pueblo no confía en que puedan existir funcionarios capaces y honestos, que privilegien por encima de sus intereses personales, el interés de México; y siendo así, difícilmente se dejará conducir y mucho menos colaborará, con quien no demuestre a plenitud que es merecedor de la confianza que se requiere para ejercer el liderazgo que la Nación reclama. Por esto se requiere que el Presidente no sea corrupto y que combata a la corrupción; pero no solo en el discurso si no también en los hechos, los que solo podrían darse como consecuencia de políticas públicas que atiendan a cancelar el propósito de la corrupción como fenómeno social.
Cuando preguntaba yo alguna vez sobre cuál era el propósito de la corrupción; me contestaron, pues es obvio… enriquecerse, el poder… ¿Qué más?
La respuesta es correcta, ese es propósito puntual del comportamiento corrupto del funcionario propiciado por procesos de control ineficientes e incentivos perversos sin embargo es necesario comprender cuál es, en el sentido más amplio, el propósito de la corrupción como fenómeno social para poder combatirla.
Me he preguntado, ¿A qué necesidad de la sociedad en su conjunto satisface el fenómeno de la corrupción?
La corrupción constituye la alternativa viable para ganar prelación en la escala social para aquellos que, de otra manera, permanecerían al margen de los beneficios de un sistema in equitativo que ahonda cada vez más, las ya de por si profundas desigualdades. La corrupción y un sistema in equitativo, se constituyen en causa y efecto mutuos dentro del círculo perverso de la descomposición social.
La corrupción funcionaba como la válvula de escape que, controlada por el sistema político, aliviaba la presión del descontento social. Esto lo ha entendido muy bien la clase política, la corrupta, naturalmente; los muchos que han llegado por esta vía al poder, como ellos dicen, desde abajo.
La corrupción –como el melate- mantiene la esperanza de disfrutar niveles de vida que de otra manera habrían de alcanzarse, si acaso, en muchas generaciones de trabajo honesto.
En el país, la corrupción empezó a perder su función de válvula de escape cuando la jerarquía al interior del PRI-gobierno se volvió rígida e impenetrable lo cual, al suprimir las oportunidades de muchos de los militantes, dio oportunidad a la consolidación de nuevas opciones políticas. La función terminó por perderse con el triunfo de Vicente Fox en el año 2000 cuando una nueva elite aún más rígida e impenetrable, asumió el poder en todos los niveles de la Administración Pública Federal.
Como resultado el México de hoy esta dividido; en tanto que de un lado alimentan sus temores con la amenaza de la pérdida de la paz, del orden público y del lucro que, legítimo ó no, han obtenido; del otro alimentan el resentimiento que les convierte, justificadamente o no, en víctimas del sistema que les estaría negando oportunidades de desarrollo.
Y ahora la presión, sin válvula, aumenta y la corrupción también.
Robert Klitgaard, experto mundial, ideó la fórmula de la corrupción:

C=M+D-T

Que establece que la corrupción se presenta cuando se tiene el Monopolio de la decisión y esta se ejerce en modo Discrecional en un contexto de baja Transparencia. La formula implica que la corrupción ha de combatirse quitando el monopolio de la decisión; minimizando la discrecionalidad e incrementando la transparencia.

¿Cómo se ha hecho esto en México? Para quitar el monopolio de la decisión se crean comités para cualquier asunto; para minimizar la discrecionalidad de los funcionarios y de los propios comités creamos normas, lineamientos y procedimientos que cancelan el criterio e inhiben la creatividad; para incrementar la transparencia se invierten cantidades enormes de recursos para documentar y justificar las decisiones que se toman en los limitados grados de libertad que aun tienen los funcionarios. Todo aderezado, con el control de los órganos fiscalizadores que intervienen antes, durante y después de la toma de decisiones; más una legislación que deja en estado de indefensión a quienes justificadamente o no son presuntos responsables de cometer actos irregulares...
¿Ha sido correcto el enfoque? De un lado es cierto que se ha contribuido a una mayor imagen de transparencia y rendición de cuentas, pero también este enfoque propicia una administración pública cada vez más obesa, lenta en la toma de decisiones que gasta cantidades enormes de recursos en mantener un control basado en la desconfianza que muy escasos resultados ha dado; en la práctica la corrupción permanece porque los corruptos no se intimidan con el petate del muerto.
La estrategia en el combate a la corrupción debe atender a las causas que la han originado no a la coyuntura ni a los síntomas.
En México, la corrupción vista como un fenómeno social, no desde la perspectiva de un
funcionario, daría lugar a una fórmula con otras variables:
C=I-O+F+C+P-G-R

La Corrupción es resultado de la Inequidad en la generación de la riqueza; de la carencia de Oportunidades de desarrollo; del excesivo Financiamiento a los partidos políticos; de la Complejidad de nuestro marco regulatorio; de la Promoción indiscriminada de estilos de vida distintos a la realidad nacional; de la Garantía de impunidad y del nulo Reconocimiento a la competencia y el comportamiento ético del ciudadano.

Así las estrategias de la lucha contra la corrupción deberían promover la Equidad en la repartición de la riqueza; brindar oportunidades de desarrollo de forma igualmente equitativa; minimizar el financiamiento a los partidos políticos; reducir la complejidad de nuestro marco regulatorio; homologar los contenidos de los medios masivos de comunicación al contexto nacional; maximizar el riesgo para los infractores y finalmente, reconocer las competencias y el comportamiento ético del ciudadano y de los funcionarios públicos.
No se puede matar a las instituciones con un control intimidatorio aplicado indiscriminadamente basado en la desconfianza que considera que todos son corruptos; los que realmente hacen negocio con la corrupción son unos cuantos.
La Ley de Pareto nos diría que el 80% del daño que causa la corrupción se debería al 20% de los corruptos y yo pienso que menos. Ese 20% lo constituye lo que habría que llamar la delincuencia organizada de la corrupción, donde el concepto “organización” implica inteligencia aplicada al proceso que trasciende el enfoque del monopolio en la toma de decisiones, de la discrecionalidad y de la reducida transparencia que propone Robert Klitgaard.
Los que hacen los verdaderos negocios no se comprometen y en caso dado, saben que puertas tocar. Si existe voluntad política para combatirlos, el enfoque debe cambiar. El “mercado de los consumidores” de la corrupción puede segmentarse y determinar estrategias específicas para cada segmento; no se debe aplicar la misma receta al empleado en una ventanilla que a los que trafican con influencias. Habría que respetar la inteligencia de estos últimos y enfrentarlos igualmente con inteligencia evitando el daño que un enfoque equivocado le está causando al País y a sus instituciones.
Los que deberían ser aliados del gobierno en la lucha contra la corrupción hoy son los intimidados prefieren hacer nada antes que arriesgarse.
En suma, de un lado atender a las causas del problema y del otro no faltarles al respeto…

2 comentarios:

  1. Sr Chavez.
    Estoy de acuerdo con usted. Creo que podriamos procesar la informaciòn por niveles con claves para accesarla, tambien entiendo que solo en algunas àreas se podria, pero cuando menos en seguridad con INTENCION podria dar resultados excelentes como inicio para combatir el principal problema. En Estados Unidos utilizan ese mecanismo.
    Es un placer leerle y compartir con usted ideas.
    Saludos

    ResponderBorrar
  2. Excelente post, entendiendo más a fondo lo que ya vemos a diario.

    Es un gusto leerle de ahora en adelante.

    Saludos.

    ResponderBorrar

Todos los comentarios son muy bienvenidos ya sea que estés de acuerdo o no con el contenido del artículo. Si te los quedas nos impiden considerar tu punto de vista que es valioso. Puedes seleccionar la opción anónimo y solo si lo deseas firmar con tu nombre. ¡Mil gracias por colaborar! Enrique