Las tiendas de raya en la época de Don Porfirio Díaz eran el mecanismo perfecto para la acumulación desmedida de la riqueza en manos de los patrones a través de la explotación de los campesinos y los obreros de la época. A estos les pagaban una “raya” –salario- que apenas alcanzaba para cubrir las necesidades básicas, pero no había problema, los trabajadores tenían crédito en la tienda del patrón para que consumieran no solo los insumos básicos, si no también los productos para el “ego-consumo” de la época… el chal y los listones para la trenza de la indina, los botines para el juan… los guaraches para el niño…
La receta era sencilla, te pago poco por tu trabajo y gano mucho al vender los productos de la hacienda o de la fábrica. Te presto lo que quieras y como no me puedes pagar, gano mucho pues seguirás trabajando para mí hasta que mueras y cuando eso suceda, la deuda será de tus hijos. No podría uno calificar a ese sistema como esclavitud, pero los resultados para todos los efectos eran los mismos.
Hoy con distintos medios el sistema es el mismo. Una fuerte y perversa motivación al “ego-consumo” a través del bombardeo implacable de la publicidad enajenante que sabiamente dirigida a todos los “nichos de mercado” construye en los consumidores una imagen falsa del bienestar y la felicidad. Publicidad ante la cuál no existe defensa posible pues bien diseñada, con todo el rigor del estudio del comportamiento humano, se aplica con éxito para apretar los botones disparadores de la ansiedad por el consumo. Publicidad que no deja espacio sin cubrir y que termina convirtiéndonos en adictos sin saberlo.
Hace algún tiempo visité un país comunista y al pasear por las calles de su ciudad capital me sentí ciertamente raro, sentí desasosiego, sentí que algo me faltaba hasta que caí en cuenta… ¿Y los espectaculares? ¿Y el anuncio de la tienda? ¿Y los comerciales en la televisión? Simplemente no había nada de eso… en ese país no había publicidad… esa era la causa de mi ansiedad, ¡Horror! Mi desasosiego era ¡el síndrome de abstinencia por la falta de droga: la publicidad!
¿Recuerda usted las llamadas para ofrecerle “sin costo” por su cara bonita la última y más “chic” de las tarjetas? ¿El crédito preaprobado? Para comprar hoy ya no es el patrón el prestamista, son los bancos, las hipotecarias y las financieras que existen de todo tipo las que están atrás del ¡Compre en enero y pague en diciembre! ¡36 meses sin intereses! ¡Incluye placas y tenencia! ¡Abonos chi-qui-ti-ti-tos! ¡Lléveselo ahora y pague después! Es día de las Madres, del Padre, del Amor y la Amistad, de la Familia, de la Secretaria, de las Lupitas… no sea mal hijo, mal padre, mal jefe, mal novio, ¡Compre! ¡Compre! ¡Compre! Y pague en un después que se convierte en años de cubrir solo el “pago mínimo.” El interés, que es al cabo lo que interesa a los bancos para continuar prestando “ad infinitum…”
En cierta ocasión fui víctima de un hacker que robó no solo el dinero de mi cuenta de cheques, si no también el crédito de mis tarjetas que fueron canceladas y no están ustedes para saberlo, ni yo para contarlo pero el suplicio duró ¡6 meses!. Me sentí entonces como el vaquero en el oeste al que le hubieran robado sus pistolas… No podía comprar nada que no fuera en efectivo…
El efecto combinado de los incentivos perversos para el ego-consumo y el muy fácil acceso al crédito es una deuda impagable de la que muchos solo pueden cubrir el pago mínimo que obliga a los trabajadores a vivir atados al empleo que sea y al costo que sea -corrupción incluida- en un sistema cuyo secreto ha sido mantener el nivel de sueldos apenitas lo suficiente para cubrir el servicio de la deuda... ¡del capital ni hablamos!
¿No se parece mucho a las antiguas tiendas de raya?
Lo que ocurrió en la reciente debacle financiera fue que nunca faltan los avariciosos que se pasan de listos y con exceso concedieron más crédito –vía los préstamos hipotecarios- que los ego-consumidores no menos avariciosos aceptaron. Créditos que pudieron pagar solo en un principio, al final ni los intereses. Y de esa manera se rompió el precario equilibrio del sistema y el resto de la historia la estamos viviendo: la crisis.
Recuerdo que cuando niño le pedía a mi madre que me concediera algún deseo, la respuesta invariable era… “Ya veremos, vamos a hacer un ahorrito…” Hoy las manos tiemblan, el corazón se acelera por la adrenalina… y tristemente termina en muchos casos con la fatal pregunta ¿Con cuál tarjeta mi Amor?
Con mis mejores deseos…
Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
Las ideas son por los demás... así que en este espacio encontrarás las ideas que antes no lo eran por quedarse en la intimidad de mis temores. No serán buenas, ni malas, acaso ideas que lo serán por tí.
domingo, 15 de marzo de 2009
4 comentarios:
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interesante analogía... el tiempo establece la diferencia... la acción no varía, sólo el motivo... ayer fue la necesidad, hoy el consumismo.
ResponderBorrarefectivamente el sistema Feudal sigue existiendo...sin embargo nadie nos obliga a consumir. Lectura recomendada " El Millonario de al lado " o " Pedre Rico Padre Pobre "
ResponderBorrarEfectivamente, cambia la tecnología de control pero el resultado es exactamente el mismo.
ResponderBorrarSi bien es cierto que nadie nos obliga a consumir con una pistola en la mano, esto se hace con métodos muy sofisticados que se dirigen al subconciente de los consumidores, técnicas muy sutiles de "lavado de cerebro" La prohibición de la publicidad subliminal que ha tomado nuevas formas para evadir el cumplimiento de la ley es un ejemplo de todo esto.
Saludos y gracias por sus comentarios,
Muy interesante tema y además tratado con sentido del humor.Estamos metidos en una especie de trampa. No cabe duda de que algo tenemos que hacer al respecto.
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