¡Cómo añoraba Abdel Salâm aquellos días cuando su madre cocinaba los deliciosos platillos de la región!
En esa época Abdel Salâm era aprendiz del arte de sazonar las berenjenas, los calabacines, el garbanzo, los guisantes, las habas… todo al viejo estilo tan apreciado por los comensales que llegaban cotidianamente, incluso de los pueblos vecinos en los días de fiesta, a degustar las fabulosas viandas.
Un día de triste recuerdo, llegó a esas tierras un joven carismático que adquirió la propiedad donde se ubicaba el restaurante. Ningún argumento pudo cambiar la opinión del nuevo dueño cuando anunció que de ahí en adelante él mismo se haría cargo del restaurante. Para esto ofreció a los comensales aquello que nunca habían saboreado…
Y se hizo cargo. Al poco tiempo sustituyó al personal, Abdel Salâm y su madre incluidos, redujo el menú a un mínimo con la promesa de ampliarlo con mejores platillos que aquellos “del pasado”
Sin embargo el tiempo transcurrió y las promesas nunca se cumplieron. Los comensales, primero entusiasmados por el cambio, poco a poco hicieron evidente su descontento con el menú que si bien en un principio aceptaron entusiasmados, a esas alturas, ya los tenía francamente hartos.
Nada pasó con las quejas. Es más, se impedía el acceso a quien lo hacía y era objeto de represalias pues aquel joven carismático se había hecho del control de cuanto ocurría en la comunidad. Ni esperanzas que el exiguo menú y la calidad mejoraran, ¡Por el contrario cada vez era peor!
Abdel Salâm, el aprendiz, vio en la situación una buena oportunidad. Sabía cocinar, recordaba bien las recetas de antaño, entre los comensales había algunos que habían sido clientes del antiguo restaurant, así que pensó que uno nuevo tendría un éxito rotundo.
Triste su calavera. Abdel Salâm no sabía el tamaño del reto. Cuando acudió a comprar el equipo necesario, los insumos y el mobiliario no encontró quien se arriesgara a ser su proveedor. Solicitó los permisos de la autoridad y le fueron negados sistemáticamente. Dicho de otra manera, la única opción era comer sin chistar y sin quejarse la bazofia que él nuevo dueño del restaurante –y del pueblo- ofrecía.
Y así ocurrió durante muchos años a la par que silenciosamente sentimientos de frustración y resentimiento se acumularon no solo en los comensales, también en la comunidad usuaria de los otros muchos negocios bajo control del “jovencito” aquel.
Sin embargo nadie se atrevía a quejarse públicamente, estaba visto lo que arriesgaba quien lo hacía. De pronto algo cambió. La comunidad salió a las calles, los que antes permanecían callados gritaron su descontento y el resto de la historia la conoces. El “Efecto Túnez” hizo historia.
Se ha especulado mucho sobre las causas y los promotores de los estallidos sociales en medio oriente que imaginan conspiraciones de oscuros intereses. No obstante la explicación es muy sencilla:
El mejor platillo del mundo si es la única entrada del menú al paso del tiempo… ¡Harta! Si las quejas de los comensales no logran mejorar el servicio y además se impide cualquier otra opción, el hartazgo, la desesperanza, la frustración y el resentimiento acumularán una presión explosiva en los obligados y sometidos comensales.
Bastará entonces un minúsculo detonador para provocar el estallido. Antes se requería reunirse personalmente para intercambiar ideas, debatir, coordinarse y eso ponía en riesgo la integridad de los “conspiradores” Hoy se puede lograr lo mismo a través de las redes sociales que aseguran una seguridad mínima pero suficiente para reunir virtualmente a los inconformes y convocar a la sociedad si la explosividad es suficiente.
Eso fue lo que ocurrió.
Con mis mejores deseos,
Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
Twitter @enriquechm
Las ideas son por los demás... así que en este espacio encontrarás las ideas que antes no lo eran por quedarse en la intimidad de mis temores. No serán buenas, ni malas, acaso ideas que lo serán por tí.
domingo, 27 de febrero de 2011
3 comentarios:
Todos los comentarios son muy bienvenidos ya sea que estés de acuerdo o no con el contenido del artículo. Si te los quedas nos impiden considerar tu punto de vista que es valioso. Puedes seleccionar la opción anónimo y solo si lo deseas firmar con tu nombre. ¡Mil gracias por colaborar! Enrique
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
Buena analogía Enrique.
ResponderBorrarUn abrazo y gracias!
Una buena receta para una revolución.
ResponderBorrarAhora, la sociedad debe estar más o menos preparada para saber qué hacer cuando en el poder haya una oportunidad de renovación.
El destino de un pueblo es el destino de un sólo hombre, y éste depende del alcance de su educación.
¡Un saludo, che!
Modesto, mil gracias.
ResponderBorrarAddax,¿Cómo prepararse? difícil saberlo, el resentimiento salta de repente, de hecho se puede estimar cuando una olla de presión hará explosión pero nunca el momento preciso. Y peor en nuestro caso con tantas variables que intervienen. Así que ¿cómo prepararse?
Por otro lado la educación es importante el problema es que el poder la evita.
Un abrazo y gracias por tus comentarios.