Al
descender por la escalerilla del avión me capturó el escenario. Los últimos
rayos del sol, a punto de desaparecer tras la línea del horizonte, nos bañaban
a través de un cielo transparente, límpido, brindando un maravilloso
espectáculo de color que del rojo intenso, transitaba al azul profundo de la noche
que cobijaba, en lo alto, en la negrura, a un brillante planeta intenso y
solitario.
¡Vaya
combinación! Un atardecer simultáneo a la noche profunda y a una brisa sutil,
fresca, delicada...
Pero
¿Qué creen? Ni uno de los que caminaban junto a mí se dio cuenta de lo que la
madre naturaleza nos brindaba en aquel mágico momento. Algunos, si acaso,
atinaban a obsequiar un adiós apresurado a sus casuales compañeros de viaje
antes de encaminar sus pasos apresuradamente rumbo a la salida.
Tal
vez pensando en esforzarse aún más para cumplir las metas de otro, o en los
fantasmas que amenazan sus apegos, o en la batalla cotidiana por un pequeñito
espacio vital. Tal vez sufriendo por sus temores… ciertamente todos, bailando torpes al ritmo de orquestas desafinadas conducidas por otros que también
intentan interpretar lo de alguien más.
Hoy
el mundo, nuestro querido Meshico, todos, vivimos un frenesí doloroso que se
incrementa minuto a minuto. Un ímpetu, que agota el tiempo para amar, para crear, sentir y
experimentar la vida; que enarbola como bandera a una caricatura de libertad
para unos pintada de deudas, compromisos y frivolidades; de fundamentalismos y
paradigmas impuestos; para otros pintada de hambre y desesperanza, como
candados de la celda donde mantenemos prisionero al espíritu.
Y
así el tiempo, como el agua entre las manos, se escurre al mismo ritmo
apresurado sin detenerse a tomar siquiera respiro pues se preguntará…
¿Para
qué?
Moderemos
el paso a nuestro ritmo. Desconectemos el reloj que por corazón portamos. Permitamos
que el tiempo se detenga para disfrutar los regalos que la madre naturaleza nos
obsequia; para invertirlo en la necesaria reflexión, imaginar un futuro promisorio
y tomar mejores decisiones como hijos, como padres, como mexicanos y ciudadanos
del mundo.
“El
futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños” dijo alguna vez Anna Eleanor Roosevelt (1884-1962) y tuvo toda la razón.
Con
mis mejores deseos,
Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
twitter.com/enriquechm
Así es, en efecto Físico, muy pocas personas se permiten contemplar un hermoso amanecer o se detienen para ver el lindo atardecer que a aquí entre nos, me da tristeza ver morir la tarde finalizado un día que ya no regresará jamás, mas luego que hermoso se ve el cielo cuando está lleno de estrellas, se ve tan hermoso que pienso que bien vale la pena mi paso por este mundo ante tanta belleza sin igual.
ResponderBorrargracias por compartir sus comentarios.
saludos cordiales.
debemos de dar nuestros pasos, lentos, sintiendo y gozando, enraizarnos a la tierra, sentir a nuestra madre naturaleza, le comparto que yo disfruto de ver el atardecer en la playa y ver como se encienden las luces en el malecón, es una bonita postal, muchas gracias por compartirme sus palabras a traves de este blog, un saludo físico!
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