sábado, 3 de diciembre de 2011

Tiempo


Al descender por la escalerilla del avión me capturó el escenario. Los últimos rayos del sol, a punto de desaparecer tras la línea del horizonte, nos bañaban a través de un cielo transparente, límpido, brindando un maravilloso espectáculo de color que del rojo intenso, transitaba al azul profundo de la noche que cobijaba, en lo alto, en la negrura, a un brillante planeta intenso y solitario. 

¡Vaya combinación! Un atardecer simultáneo a la noche profunda y a una brisa sutil, fresca, delicada...
           
Pero ¿Qué creen? Ni uno de los que caminaban junto a mí se dio cuenta de lo que la madre naturaleza nos brindaba en aquel mágico momento. Algunos, si acaso, atinaban a obsequiar un adiós apresurado a sus casuales compañeros de viaje antes de encaminar sus pasos apresuradamente rumbo a la salida.

Tal vez pensando en esforzarse aún más para cumplir las metas de otro, o en los fantasmas que amenazan sus apegos, o en la batalla cotidiana por un pequeñito espacio vital. Tal vez sufriendo por sus temores… ciertamente todos, bailando torpes al ritmo de orquestas desafinadas conducidas por otros que también intentan interpretar lo de alguien más.

Hoy el mundo, nuestro querido Meshico, todos, vivimos un frenesí doloroso que se incrementa minuto a minuto. Un ímpetu, que agota el tiempo para amar, para crear, sentir y experimentar la vida; que enarbola como bandera a una caricatura de libertad para unos pintada de deudas, compromisos y frivolidades; de fundamentalismos y paradigmas impuestos; para otros pintada de hambre y desesperanza, como candados de la celda donde mantenemos prisionero al espíritu.

Y así el tiempo, como el agua entre las manos, se escurre al mismo ritmo apresurado sin detenerse a tomar siquiera respiro pues se preguntará…

¿Para qué?

Moderemos el paso a nuestro ritmo. Desconectemos el reloj que por corazón portamos. Permitamos que el tiempo se detenga para disfrutar los regalos que la madre naturaleza nos obsequia; para invertirlo en la necesaria reflexión, imaginar un futuro promisorio y tomar mejores decisiones como hijos, como padres, como mexicanos y ciudadanos del mundo.

“El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños” dijo alguna vez Anna Eleanor Roosevelt (1884-1962) y tuvo toda la razón.

Con mis mejores deseos,

Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
twitter.com/enriquechm

2 comentarios:

  1. Así es, en efecto Físico, muy pocas personas se permiten contemplar un hermoso amanecer o se detienen para ver el lindo atardecer que a aquí entre nos, me da tristeza ver morir la tarde finalizado un día que ya no regresará jamás, mas luego que hermoso se ve el cielo cuando está lleno de estrellas, se ve tan hermoso que pienso que bien vale la pena mi paso por este mundo ante tanta belleza sin igual.
    gracias por compartir sus comentarios.
    saludos cordiales.

    ResponderBorrar
  2. debemos de dar nuestros pasos, lentos, sintiendo y gozando, enraizarnos a la tierra, sentir a nuestra madre naturaleza, le comparto que yo disfruto de ver el atardecer en la playa y ver como se encienden las luces en el malecón, es una bonita postal, muchas gracias por compartirme sus palabras a traves de este blog, un saludo físico!

    ResponderBorrar

Todos los comentarios son muy bienvenidos ya sea que estés de acuerdo o no con el contenido del artículo. Si te los quedas nos impiden considerar tu punto de vista que es valioso. Puedes seleccionar la opción anónimo y solo si lo deseas firmar con tu nombre. ¡Mil gracias por colaborar! Enrique