En la Guerra de los Mundos, novela de ciencia ficción de H.G. Wells, los invasores mueren inesperadamente y no alcanzan su cometido cuando la Tierra estaba ya sometida.
Nosotros, la raza humana de alguna forma hemos sometido a la Tierra y como aquellos invasores estamos al punto del colapso por causa de una enfermedad, a la que aun no hemos asignado nombre, pero que subyace tras los síntomas que son de todos conocidos.
Apenas el martes pasado, el Papa Benedicto XVI equiparó el aborto y el terrorismo y yo, unos días antes me preguntaba…
¿Qué tienen en común el aborto, el terrorismo y tantos otros males que nos aquejan en forma cotidiana como, entre muchos otros, la drogadicción, la homosexualidad, el alcohol, el suicidio y el asesinato en masa? Y solo una palabra vino a mi mente:
Desesperanza...
Desesperanza de las mujeres, desesperanza de los pueblos oprimidos, desesperanza de la juventud, desesperanza de quienes truncan su vida y la de los demás ahogados en el resentimiento y la frustración aun sin saberlo. Unos enmascarados en la frivolidad y el desenfado, otros vestidos de probreza, otros de víctimas y victimarios.
Pareciera que en la inconciencia hemos puesto en marcha los mecanismos de un suicidio colectivo; pareciera que nos hemos declarado ya vencidos ante un futuro amenazante por los desequilibrios que hemos causado y cuyos primeros efectos ya se dejan ver.
La hipótesis es aterradora; una raza humana que se juzga, se niega a trascender, en la inconciencia dicta sentencia y la ejecuta en los hechos de su cotidiana conducta.
Alfonso Cuarón nos pinta en su película “Los Niños del Hombre” el triste escenario de una humanidad sin hijos, sin la esperanza del renacimiento.
¿Todo estará perdido? Me niego a creerlo.
Nosotros, la raza humana de alguna forma hemos sometido a la Tierra y como aquellos invasores estamos al punto del colapso por causa de una enfermedad, a la que aun no hemos asignado nombre, pero que subyace tras los síntomas que son de todos conocidos.
Apenas el martes pasado, el Papa Benedicto XVI equiparó el aborto y el terrorismo y yo, unos días antes me preguntaba…
¿Qué tienen en común el aborto, el terrorismo y tantos otros males que nos aquejan en forma cotidiana como, entre muchos otros, la drogadicción, la homosexualidad, el alcohol, el suicidio y el asesinato en masa? Y solo una palabra vino a mi mente:
Desesperanza...
Desesperanza de las mujeres, desesperanza de los pueblos oprimidos, desesperanza de la juventud, desesperanza de quienes truncan su vida y la de los demás ahogados en el resentimiento y la frustración aun sin saberlo. Unos enmascarados en la frivolidad y el desenfado, otros vestidos de probreza, otros de víctimas y victimarios.
Pareciera que en la inconciencia hemos puesto en marcha los mecanismos de un suicidio colectivo; pareciera que nos hemos declarado ya vencidos ante un futuro amenazante por los desequilibrios que hemos causado y cuyos primeros efectos ya se dejan ver.
La hipótesis es aterradora; una raza humana que se juzga, se niega a trascender, en la inconciencia dicta sentencia y la ejecuta en los hechos de su cotidiana conducta.
Alfonso Cuarón nos pinta en su película “Los Niños del Hombre” el triste escenario de una humanidad sin hijos, sin la esperanza del renacimiento.
¿Todo estará perdido? Me niego a creerlo.
Enrique Chávez Maranto
Bien!!
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