domingo, 31 de mayo de 2009

Un sábado para recordar...

La tarde del sábado pasado me rendí al disfrute de la vista de un mar limpio pintado de olas blancas… perdón no… ¡blanquísimas! como en pocas ocasiones aderezado con el alivio de la brisa fresca que compensó con mucho el sofocante calor de los últimos días… Y así el tiempo se fue rápido. No pudo ser de otra manera, vanos fueron los intentos por abandonar a la amena charla en tales condiciones hasta que, al atardecer, el reloj me hizo regresar a la realidad… Ni modo, a pedir la cuenta y repetir el chascarrillo burlón a la par de los inexcusables abrazos de despedida… ¡Esto es vida! Me dije, pero aún faltaba más…

Accioné la llave del encendido del automóvil para emprender el breve recorrido hacia mi casa con las ventanillas abajo para sentir el viento como me gusta; vuelta en “U”, la playa a la izquierda, vista del cerro de San Martín al fondo de la bahía con el inmenso sol escurriéndose entre las nubes hacia su morada nocturna; tope, tope, semáforo y de pronto la hermosísima bandera nacional ondeando firme, bien plantada; con el verde, el blanco, el rojo enmarcados por los colores de un espléndido atardecer donde solo faltaba ver al águila desprenderse agitando fuerte, vigorosa las alas para volar al infinito y sacudir la conciencia colectiva para lograr México, patria, nación, historia…

Taxista rebasándome por la derecha como alma que lleva el diablo; lata de cerveza sale volando del carro de los imberbes cuyas cabezas apenas alcanzan a asomar por arriba del volante; las caras sonrientes de los candidatos que en los anuncios espectaculares representan siempre lo mismo; el andar suave de la preciosa y poderosa camioneta que cuando la vi antes alguien me dijo «cuidado, es de los malos»; tope, vuelta a la izquierda para cruzar una zona de edificios que de viejos se caen, pero que los están pintando con murales de alegres colores para dignificar la imagen de nuestro hermoso malecón… ó más bien diría yo, para ocultar tras el arte la pobreza que los habita.

Vista al espejo retrovisor, a lo lejos la bandera en mi imaginación ya no ondea, cuelga del asta inmóvil, yerta, con el águila avergonzada escondida entre la tela para no ver la triste realidad de lo que todos hemos hecho…

Ya en casa, el sonido del timbre… los amigos, los brindis, las deliciosas viandas, las risas del relato de las anécdotas de quienes se conocen de siempre, una charla que inexorablemente deriva hacia el tema que estuvo en muchas mesas esa noche violando la regla no escrita de que en las fiestas no se habla ni de política, ni de religión, ni de deporte, pero que hoy nadie recuerda y si lo hace pues ¡que importa!

No faltó quien soltara la pregunta ¿Por quien vas a votar? Y la discusión se enciende; los argumentos vuelan atropellándose, nadie convence a nadie, tres contra uno, uno contra todos, todos contra todos; pareciendo impulsar en mi imaginación una brisita que espero se convierta en viento fuerte el próximo 5 de julio para que una bandera ansiosa impulse al vuelo a esa águila que hoy nadie recuerda, pero que ha estado ahí siempre.

Ese día, todos, absolutamente todos, tenemos que cumplir con nuestro deber y votar. ¿Por quién? Por quien le plazca; ¿Si no le convence ninguno? Pues de todas maneras vaya y vote por ninguno; ¿Por qué razón? Por la que usted quiera, todas valen; Lo único que no se vale es dejar a otros la boleta y la decisión que solo le corresponde a Usted.

Y si cuando al salir de la urna le preguntan ¿Por quien votaste? responda con orgullo…

¡Voté por México!

Con mis mejores deseos,

Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com

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