domingo, 13 de mayo de 2007

Deseos y necesidades


Hace apenas unos cuantos cientos de años la vida era diferente, el ritmo era diferente; había tantos “mundos” como distancia entre las diferentes culturas que pueblan nuestro planeta tierra.

Hoy el mundo es uno, solo uno, y la distancia; ya no digamos entre países, si no entre personas, se ha reducido tanto que el necesario espacio vital no es suficiente, en el contexto de una globalización que está presente en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana.

Los valores, antes claramente definidos en las culturas del mundo entrechocan irremediablemente gracias a la inmediatez de los medios de comunicación electrónica y física, tal como los cuerpos en el hacinamiento total que enfrentan los habitantes de las grandes ciudades en tanto, el campo inexorablemente se abandona.

En la batalla por la supervivencia; las potencias occidentales han sometido a los países menos desarrollados, sin el menor escrúpulo, a un control político, militar y económico en aras de obtener los recursos que necesitan para mantener un estilo vida tecnológicamente sofisticado pero de suyo ilegítimo, por la depredación, inequidad, sufrimiento e impactos que de todo tipo causan al planeta y a los pueblos que sojuzgan; en aras de un concepto de democracia a modo, en el que solo subyace el interés por su hegemonía.

Todo ello ha conducido a un profundo resentimiento que origina todo tipo de movimientos sociales hasta los extremos del terrorismo que al final, ya no busca solo la reivindicación de sus causas y la reparación del daño, si no la destrucción total de su enemigo. El espacio vital se ha reducido y no hay más lugar, que solo para uno de los contendientes aun cuando este superviva en un mundo devastado.

En esa guerra todo se vale; unos desarrollan la industria de la guerra y combaten con la sofisticación de la tecnología aplicando fuerza bruta que no hace distingos con ejércitos que rápidamente se desplazan a cualquier lugar de la Tierra. Los otros utilizan el terror y las drogas como armas que minan la moral y poco a poco las fuerzas y competencias del enemigo.

Tal es el trasfondo de la guerra contra el narcotráfico; no es un asunto de oferta – demanda como nos lo han querido hacer ver; es la guerra por la supervivencia de las hegemonías en contra del resentimiento que ellas mismas han provocado.

El narcotráfico genera increíbles flujos de efectivo requeridos para financiar los movimientos guerrilleros y terroristas del mundo a quienes compra protección y financia. El daño colateral es la corrupción, la inseguridad en nuestras ciudades, nuestros policías y soldados muertos en una lucha que no podemos ganar, que difícilmente nadie podrá ganar... ya no hay tiempo para hacerlo. Y no hay tiempo, porque sin querer hemos puesto en marcha los mecanismos de protección de nuestro Planeta al afectar los delicados equilibrios del ecosistema.

El estilo de vida tecnológicamente sofisticado que impera en los países desarrollados y en las elites del resto de los países; requiere ingentes cantidades de energía para la producción de bienes de consumo –si de consumo, úsese y tírese- que es contribuyente decisiva del efecto invernadero y el cambio climático que ya no es más el pronóstico pesimista de unos cuantos científicos agoreros del desastre.

Energía, que las hegemonías obtienen de donde sea y al costo que sea, lo que genera el resentimiento que a su vez ha lugar a los flagelos que todos conocemos para concretarse en la desesperanza que agobia a nuestra juventud y en la distorción de sus valores.

¿Podremos vencer este reto?

Afirmé antes que ya no hay tiempo para que alguien sea el ganador de esta contienda; pero si habría tiempo, si todos, en conjunto, sumadas las voluntades de las partes en contienda, decidimos que todos podemos ser ganadores.

Se requeriría que abandonar la idea de que retirarse del frente de batalla equivale a la derrota; requeriría entender que cuando nuestro querido anfitrión, el Planeta Tierra, se incomode, que ya empieza a estarlo, le bastará nada para sacudirse de nosotros.

Usted y Yo, ¿Qué podemos hacer? Simplemente lo correcto, hagamos conciencia; entendamos la diferencia entre necesidades, deseos y actuemos en consecuencia.

Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
www.ramari.blogspot.com

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