El viernes pasado inició formalmente
un capítulo más de la historia de México.
En este nuevo tomo, como en los
correspondientes a la conquista o a la Revolución Mexicana por mencionar solo
un par de ejemplos, se dará cuenta de nosotros como los soldados anónimos que
por convicción, o secuestrados por la moderna leva de la mercadotecnia
política, haremos legítimo al líder que conducirá a nuestro país hacia un
futuro promisorio o al más rotundo de los fracasos. Yaoquizqueh se denominaba a
los mexicas; a nosotros, los del 2012, ciudadanos.
Los dos últimos capítulos relatan que
en el año 2000, la mayoría motivada por el resentimiento al PRI, hicimos de
Vicente Fox Quesada y Martha Sahagún la pareja presidencial. Después en el año
2006, con un PRI aun sin sanar las heridas causadas por la derrota de Roberto
Madrazo Pintado, muchos nos dejamos llevar por el miedo a Andrés Manuel López
Obrador, y Felipe Calderón Hinojosa hoy es presidente.
Dos breves capítulos en los cuales;
más allá de los logros, que los hubo; solo queda, en uno, el anecdotario con el
registro entre muchos otros, del beso de la pareja presidencial en la plaza de
San Pedro; y del actual, la cuenta aun no cerrada que acumula cientos de miles
de huérfanos, viudas esposas, padres… las verdaderas víctimas de una violencia
exacerbada y de crueldad inaudita.
Y en todos los tomos, de todos los
periodos, una constante: la corrupción.
La pregunta a contestar, es cómo
deseamos que se nos califique cuando concluya el capítulo que hoy empieza pues,
cómo es evidente, el tiempo de exigir a otros el cambio se agotó. Ahora tenemos
que hacer nuestra parte pues el magma contenido durante tantos años en las
profundidades de la tierra, hoy aflora multifacético con toda su furia
destructora.
Furia que solo podrá enfrentarse con
la participación de todos los ciudadanos bajo un liderazgo visionario; fuera de toda duda, legítimo; con el capital
político obtenido por la suma sus votos, con la humildad necesaria para sumar a
los mejores dejando al margen a las militancias, y una voluntad férrea para
enfrentar los retos y transformar al país.
Es difícil que hombres ó mujeres de
esa talla existan y nuestro menú, para todos los efectos prácticos, contempla
únicamente tres alternativas: Josefina Vázquez Mota, Andrés Manuel López
Obrador y Enrique Peña Nieto. No hay más. Pregunto, ya votamos en el 2000
impulsados por el resentimiento, después en el 2006 por el temor, ¿Cuál será la
fuerza que nos debiera impulsar el próximo primero de julio?
El sufragio es un derecho y también la
obligación mínima de los ciudadanos con la patria, pues solo a nosotros
corresponde, apelando a la razón y al sentimiento, realmente convencidos de
nuestro candidato, brindarle un voto por Amor a México.
Si eso hacemos, con cualquiera que
ciñere la banda presidencial, tendríamos ganada la mitad de la batalla.
Reciban un afectuoso abrazo,
Enrique
Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
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