Un tribunal alemán multó en julio del año pasado a un obispo por negar públicamente el holocausto de la 2ª Guerra Mundial. En Francia solo falta la firma del presidente francés, Nicolás Sarkosy, para que dentro de pocos días también sea un delito negar el holocausto armenio del Imperio Otomano; por su parte en Alemania se debate prohibir la existencia del partido de la extrema derecha a propuesta de la canciller Angela Merkel.
Lo anterior son ejemplos reales de lo que está ocurriendo en países ¡del primer mundo! En países menos favorecidos, gobernados por regímenes autócratas, dictatoriales, autoritarios, etcétera la situación es muchísimo peor. En esos pueblos los ciudadanos la beben o la derraman, pues disentir está absolutamente prohibido. En esos pueblos, quienes piensan diferente tienen que callar para no ser perseguidos como criminales. Para ellos es letra muerta lo establecido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Sin embargo, a manera de contrapeso, las redes sociales de la Internet gradualmente se han constituido en un instrumento fundamental para la libre manifestación de las ideas. De hecho apenas en el artículo de la semana pasada escribí, a propósito de la acelerada transformación del mundo, “Y ni que decir del repicar de las campanas para llamar a la lucha, eso ya se acabó. Para eso y para más tenemos twitter y Facebook…” Pero eso solo fue hasta el viernes de la semana pasada cuando Twitter anunció que censurará los contenidos.
No más libertad de expresión en una de las principales redes sociales del mundo. Un intento más que se suma a las recientes iniciativas para controlar la red, incluida la del senador mexicano,Federico Döring. Iniciativas que son los antecedentes inmediatos de la Guerra Mundial del Web que se libra hoy en todo el mundo.
Los intereses que promueven esos controles olvidan que tenemos derecho a pensar diferente; a construir nuestra realidad; a vivir sin opresión y que para proteger esos derechos fundamentales, la única línea de defensa de los ciudadanos es la posibilidad de comunicar a las conciencias libres. Antes los panfletos y las reuniones clandestinas, hoy la Internet y las redes sociales.
Twitter, en opinión de organizaciones como Periodistas Sin Fronteras y líderes de opinión equivoca el camino, como otros justifican su política de la censura. Se entiende que esa red social al final del día es un negocio, pero uno que antes de apelar al apoyo de sus usuarios para superar las presiones a las que sin duda le han sometido, sin conciencia de su responsabilidad social, rindió la plaza.
Reciban un cariñoso abrazo,
Enrique Chávez Maranto
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