Todos
somos intérpretes de la gran orquesta sinfónica que dirige magistralmente la
madre naturaleza.
Todos
tendríamos que aportar un sonido, de ritmo, intensidad, timbre y tono distinto
para sumarnos a la expresión más pura de la armonía creadora que nos hace
sentir y experimentar la vida.
Ingresar,
superarse hasta quizás llegar a ser el primer violín o el solista, disfrutando
al ejecutar, vibrando de emoción al escuchar el resultado y a la espera del
aplauso final que marcará el inicio de otro ciclo de estudio y práctica de la
nueva partitura que nos llevará más adelante en la ruta interminable hacia la
excelencia. Tal es el devenir y el reto de la existencia.
Todo
en el universo se comporta de acuerdo a ciclos que inexorablemente han de
cumplirse, nada es ajeno, aun aquello que en la coyuntura de nuestra breve
existencia parece inmutable en realidad no lo es.
La
humanidad lo ha hecho en innumerables ocasiones. Las evidencias son en algunos
casos apenas enigmáticos vestigios y en otros, culturas y civilizaciones que eventualmente
fueron consideradas tan solo mitos y hoy son hechos comprobados por la
arqueología, dejaron muestra de su grandeza en ciudades y monumentos como
Teotihuacán, El Tajín, Chichén Itzá, Tulum en México, las pirámides de Egipto,
Machu Picchu en el Perú y muchas otras; y también un cúmulo de información no escrita
en un CD, que es una tecnología pasajera, si no en piedra que dura un poquito
más...
Los
mayas, particularmente, nos legaron entre otras muchas cosas, un calendario
extraordinariamente exacto muy superior al que actualmente está en uso -que
insulta a la actual soberbia para quien todo lo antiguo es primitivo- donde
plasmaron los ciclos que percibían para la humanidad. El último día de ese
calendario es el 21 de diciembre del año 2012.
La proximidad de esa
fecha y otros hechos han dado lugar a un sinfín de especulaciones simplemente porque encontraron tierra fértil
en una sociedad desesperanzada y culpable por las calamidades que enfrenta.
¿Qué
iniciará un nuevo ciclo? Sí, de acuerdo a la visión maya. Pero la realidad es
que no hay motivo alguno para temer nada. La humanidad, después de aprender
sufriendo como lo hemos hecho a lo largo los último cientos de años, iniciará
la etapa de estudio y práctica de una nueva partitura que puede conducirla a un
futuro promisorio pleno de realizaciones.
Es
momento, siempre lo ha sido, de recuperar los equilibrios perdidos.
Con
mis mejores deseos,
Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
twitter.com/enriquechm