
El jueves pasado, dos años, tres meses y trece días después el Senado avaló la cancelación del malnacido Renaut y envió la iniciativa para aprobación de la Cámara de Diputados.
Reconocer con humildad un error producto de una decisión bien meditada enaltece; por el contrario, reconocer el error cometido por una decisión apresurada, técnicamente inviable, sin el menor sentido común y haciendo los oídos sordos a las muchas voces que con razones fundadas se opusieron; solo pinta de cuerpo entero la necedad y los grandes intereses particulares de quienes la promovieron.
Ahora bien, pregunto, ¿Dónde están los responsables? ¿Quién va a reparar el innegable y cuantiosísimo daño al patrimonio de la nación? La respuesta es absolutamente nadie. Los legisladores y aquellos a quienes representan gozan de la más absoluta impunidad, a ellos no les aplica aquello de “toda la fuerza de la ley” y tampoco asumirán costo político alguno ¿Cuál? Si todos, salvo honrosas excepciones, votaron a favor de la dichosa reforma.
En ese mismo febrero del año 2009 en el artículo “A fuerza ni los zapatos entran” hice uso de la canción de Bob Dylan “La respuesta está en el viento” como una metáfora para contestar a la pregunta ¿Cuándo dejaremos de ser ciudadanos de segunda? lo que la mayoría somos como consecuencia de la reforma electoral del 2007 que, en los hechos, resultó un aberrante retroceso impuesto por una cínica partidocracia que mostró al pueblo su verdadero carácter en el instante mismo en que azules, tricolores y amarillos admirablemente superaron con toda diligencia sus “diferencias” para acordar un crimen de lesa humanidad: Abortar la gestación de la democracia.
Y la respuesta sigue volando en el viento. Los señores diputados enviaron a la congeladora legislativa la iniciativa de Reforma Política, que si bien en mi opinión aún es insuficiente, pudo ser un paso en la dirección correcta.
¡Cínicos!
V ¿Ya iniciaron los trabajos para desarrollar el plan de protección civil y el programa para mejorar la vialidad de Coatzacoalcos?
Con mis mejores deseos,
Enrique Chávez Maranto
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